Bonds y el Magallanes (1993)
Han pasado ocho años y la controversia
continúa más campante que nunca. Realidad, o una de esas mentiras que de tanto
escucharlas se convierten en verdad, los Navegantes del Magallanes aún cargan
con la culpa de permitir que Barry Bonds dejara el equipo.
Lo que es peor, de cambiar al que puede ser
hoy mismo el pelotero más completo de todas las grandes ligas, por Mark
Funderburk. Un toletero zurdo que apenas tomó 85 turnos al bate en las mayores,
aunque ninguno después de aquel campeonato 85-86 en la Liga Venezolana de Béisbol
Profesional.
Claro, el debate tiene su origen en lo hecho
por Bonds desde su llegada a la gran carpa en 1986. Un desempeño consecuencia
de sus habilidades poco comunes. Cuando decidimos reabrir el expediente, el
jardinero de los Gigantes de San Francisco dominaba a la Liga Nacional en esta temporada
de 1993, con un promedio de .418 puntos, 31 carreras anotadas, otras 29
remolcadas y 11 dobles. También era segundo con 8 jonrones, y su equipo
encabezaba la División Oeste.
Que duda cabe, por semejante despliegue ofensivo.
Y una muy buena excusa para que esa paciente y
devota afición del Magallanes todavía lo venere. Como sigue haciéndolo pese al
tiempo transcurrido con Clarence Gaston, Dave Parker, Willie Horton, Mitchell
Page, Jim Holt, Bobby Darwin, Harold King, Jim Rice, Pat Kelly, Don Baylor y
Eric Anthony. Galería de bateadores de temer, mejor conocidos en la memoria
histórica de la divisa, como “El Poder Negro”
Solo que Bonds jamás fue uno de ellos. Es
probable por no pasar más tiempo en el róster de los Navegantes. Como si lo
tuvo por caso Gaston para ganar dos coronas de bateo y en su momento establecer
una marca para la liga de carreras empujadas. Como Darwin para implantar un
registro de cuadrangulares para una temporada. O como Parker para alcanzar otro
campeonato ofensivo con un average más allá de los .400. Y como pasó con Horton,
que encabezó al Magallanes hasta el título del circuito y luego al de la Serie del Caribe.
Bonds pisó por primera vez, y hasta ahora la
última, estas tierras el 16 de octubre de 1985. Llegó acompañado de Tommy Sandt
y de Spin Smith, manager y coach de lanzadores respectivamente, contratados por
el Magallanes. Las fotos que aparecieron en los diarios del día siguiente para
guardar para la posteridad su arribo, no arrojan duda. Bonds estaba feliz de
estar en Venezuela. No era un adolescente, pero lo parecía. Se aprecia radiante
pese a las horas que pasó en el avión. Sonreído, en todo momento viendo las
cámaras de fotografía, en un gesto que denotaba agradecimiento por una
bienvenida, que tal vez no esperaba y mucho menos creía merecer. Solo que
todavía era el hijo de Bobby Bonds, y fue esa precisamente la carta de
presentación con la que apareció en las reseñas publicadas.
“Las cosas no ocurrieron como se ha dicho
tantas veces”, cuenta Santiago Sánchez, quien entonces era el presidente de la junta
directiva del Magallanes. “La verdad es que Barry quería irse para su casa,
pero en ningún momento hizo de eso un problema. No dejó de jugar con la
intensidad que lo venía haciendo, ni comenzó hacer exigencias para que lo
dejáramos ir. Su problema era pura nostalgia”.
Bonds tomó parte en 44 de los 65 desafíos
realizados por las Navegantes en la ronda eliminatoria. Al marcharse exhibía un
promedio en bateo de .244 con 7 cuadrangulares y 23 carreras remolcadas.
Incluso su average de slugging de .438, fue el más alto del campeonato para un
bateador zurdo, y el quinto detrás de
Andrés Galarraga, Raúl Pérez Tovar, Cecil Fielder y Mark Funderburk.
“Habíamos traído a Chris Jones, entonces un
prospecto de los Astros de Houston de mucha habilidad”, prosigue Sánchez. “Pero
no lo habíamos inscrito porque la cuota de importados estaba completa. Había
que sacar a alguien y los candidatos eran Bonds y Funderburk. Funderburk no era
mejor que Bonds, pero realmente había bateado bien y estaba a gusto con
nosotros. Fue en ese momento que Barry se me acercó para agradecerme que lo
dejara ir ya que Jones estaba aquí. Recuerdo muy bien que habló conmigo
mientras yo estaba hospitalizado luego de una intervención quirúrgica”.
El jardinero que ha sido escogido en dos
oportunidades como “Más Valioso” de la Liga
Nacional en las tres últimas campañas, vino como parte de una
importación donde destacaban los outfielders Benny Distefano y Joe Orsulak y el
lanzador Barry Jones. Todos como Bonds de la organización de los Piratas de Pittsburgh.
“Cuando Barry vino para el Magallanes su mayor experiencia como
profesional había sido en una liga de clasificación “A” en 1985” , recuerda Sánchez,
quien desde hace tres años dejó la directiva de los Navegantes. “Fue una
contratación casi obligada. Primero porque fue hecha para complacer a Branch Rickey
III, que ocupaba un alto cargo en la organización de los Piratas. Siempre se
portó bien con nosotros y tenía a Barry en un concepto muy elevado. Dudamos
traerlo por su clasificación. Es muy difícil para un pelotero clase “A” jugar
en una liga como la venezolana. Pero Rickey III insistió”.
Bonds tenía 21 años de edad y nunca había
salido de Estados Unidos. Antes de convertirse en profesional, el viaje más
apartado que había hecho desde su casa en Riverside, California, había sido
hasta Arizona. A donde su padre Bobby Bonds, una de las más prominentes
estrellas de su generación, acudía a los entrenamientos primaverales con los
Gigantes de San Francisco. Luego también viajaría a Arizona para estudiar en la
universidad del estado.
“No fue una venida muy a gusto para Barry”,
conjetura Sánchez. “Me imagino que estuvo en medio de un gran conflicto
interior. De un lado su papá, que no quería. Del otro Rickey, diciéndole todo
lo que le convenía para su futuro, la experiencia de jugar en Venezuela. Al
final los Piratas convencieron a los Bonds. Pero es que en verdad, Barry era
demasiado joven. Era comprensible la posición de su padre”.
En retrospectiva, la partida de Bonds no
afectó al Magallanes. Al concluir la ronda eliminatoria, estaba en el primer
lugar con 37 ganados y 28 perdidos y un juego de ventaja sobre los Cardenales
de Lara. Aparte, Funderburk terminó como el máximo impulsor con 41 remolcadas.
E ingresó al libro de records del circuito, al convertirse en el primer
bateador en dar dos jonrones en un mismo inning, en un partido ante los Leones
del Caracas en el estadio Universitario.
“Recuerdo mucho ese momento de duda por parte
de la directiva”, cuenta Miguel Flores, hoy ejecutivo de los Caribes de Oriente,
y en aquellos días el hombre que llevaba las estadísticas de los jugadores del
Magallanes. “John Carrillo era el comentarista del circuito radial, y entre los
dos sacamos los números y se los presentamos a la directiva. Bonds estaba muy
bien. Pero supongo que prefirieron a Funderburk porque era muy diferente y
Bonds se quería ir”.
Aunque Bonds se sintió acompañado desde el
primer día que se puso el uniforme de los Navegantes. José Pacheco, quien le
había dado los parabienes en julio cuando se estrenó como profesional con el
Prince William en la
Liga Carolina , volvió a recibirlo en Valencia.
“Para mí fue una enorme sorpresa”, cuenta
Pacheco, un jardinero que también jugó con los Leones del Caracas. “Los Piratas
habían firmado a Barry en el draft de junio. Venía de jugar en la Universidad de
Arizona, y de verdad establecimos una buena amistad. Somos buenos panas, como
lo sigo siendo de José Lind. Así que cuando llegó y me vio, no se sintió tan
solo. Lo malo fue que me quitó el puesto”, bromeó Pacheco.
Después de ver a Bonds en el aeropuerto “Simón
Bolívar” la tarde de su llegada, no lo volvimos a observar sino hasta una noche
en el Estadio Universitario. Los Navegantes visitaban a los Tiburones de La Guaira. Aún conservamos el
juego en nuestro cuaderno de anotaciones. Como hoy con los Gigantes, ocupó el
jardín izquierdo y el sexto turno en la alineación, detrás de Ángel Escobar,
Joe Orsulak, Benny Distefano, Alfredo Torres y Roberto Ramos, y delante de
Félix Rodríguez, Dimas Gutiérrez y Pedro Chávez.
Falló en sus tres primeros turnos al bate,
antes de sonar un doble. Una semana más tarde regresó para medirse con el
Caracas. El Magallanes ganó 5 a
3 y Bonds empujó dos carreras con un rolling por la inicial y un boleto con las
bases llenas. Esa noche bateó en el séptimo turno en el orden y custodió el
jardín derecho porque Pacheco estaba en el izquierdo.
“Barry está donde tiene que estar”, asegura
Pacheco, que también jugó fútbol profesional y hoy vive en la isla de
Margarita. “Practicaba a toda hora. En la mañana y en la tarde. Su único punto
débil es su brazo, que tiene solo el cuarenta por ciento que se le debe exigir
a un jardinero en las grandes ligas”.
Así como lleva tres temporadas consecutivas
remolcando 100 o más carreras, con promedios de al menos .300 puntos y no menos
de 30 cuadrangulares en ese período, lo que le valió un contrato global por 47
millones de dólares, Bonds igualmente es conocido por la fuerte influencia que
sobre él tiene su padre. Por su incómodo carácter y su miserable actuación en
los tres últimos playoffs con los Piratas.
“No creo que le pegue la competencia”, dice sin
embargo Pacheco cuando se refiere a lo poco que ha hecho Bonds en la post
temporada. “Es de esos peloteros que juega pa’lante. Y quien ha jugado béisbol
sabe lo que eso significa. El que batea de verdad, lo hace en todo momento y en
todas partes”.
“Lo de su padre también es verdad”, prosigue
el antiguo jardinero y futbolista. “Siempre lo tiene en su mente. Una vez me
dijo, que su meta era ser como su papá. Complacerlo. Cuando se fue del
Magallanes, lo hizo porque su papá lo llamó para que pasara las Navidades en
casa, y porque sabía que al año siguiente los Piratas lo llevarían a las
grandes ligas”.
Bobby Bonds estuvo en la gran carpa entre 1968
y 1981 con ocho equipos distintos, un deambular que tuvo que ver con su mal
genio. Pero asimismo, en cinco campañas coleccionó 30 o más jonrones y 30 o más
bases robadas, cifras elitescas aún en el presente. En medio de todo, fue
elegido “Más Valioso” del Juego de Estrellas de 1973.
Rodolfo José Mauriello nos contó, cómo en una
oportunidad, Bonds le pidió que lo llevara del estadio “José Bernardo Pérez” al
hotel donde se hospedaba en Valencia. Al bajarse del automóvil ni siquiera le
dio las gracias. Y Miguel Flores recordó, cómo en otra ocasión, se molestó con
Alfredo Torres solo porque le pidió que retirara sus piernas atravesadas en el
pasillo del autobús en que viaja el equipo.
“Como muchos negros, Barry no se la llevaba
bien con los blancos”, contó Pacheco. “Una vez se iba a caer a golpes en el
vestidor con Distefano. Por eso se casó con una blanca. Pero está donde tiene
que estar”, repitió.
Bonds fue la primera escogencia de los Piratas
y la sexta de todo el draft universitario de 1985, un acontecimiento que lo
colocó en una situación de privilegio dentro de la organización. La gerencia
había observado cómo los Piratas concluyeron en el sótano del Este de la Nacional en 1984, 1985 y
1986, de alguna manera por falta de talento como el de Barry.
“Vino recomendado, pero no en condiciones
especiales”, recuerda Sánchez. “Recibió el mismo trato que los demás. No
olvidemos que Sandt no le concedía nada
a nadie. Más bien era un manager duro y Bonds no fue una excepción para él. Sin
embargo, no recuerdo que Barry haya asumido ninguna pose especial por ser el
prospecto número uno de la organización de los Piratas”.
El domingo 8 de diciembre vimos por penúltima
vez a Bonds con el Magallanes. La última fue dos noches más tarde, como
jardinero derecho del conjunto de los Importados en el Juego de Estrellas en el
estadio de la UCV.
Esa mañana dominical contra los Tiburones, el
manager Sandt lo colocó como primer bate ante el derecho Tom McCarthy. En sus
dos primeras apariciones en el plato, conectó un doble y un sencillo, para
enseguida anotar en ambas oportunidades impulsado por incogibles de Funderburk
y de Rodríguez.
Se despidió con un roletazo al campocorto en
la primera mitad del octavo inning, pero
en el cierre de esa entrada ya con dos
outs y las bases limpias, nos brindó un destello de su talento. Eliminó a Pérez
Tovar en la segunda base cuando trató de convertir un sencillo en un tubey.
En el Juego de Estrellas, los Criollos cayeron
8 a 1 ante
los Importados y Bonds estuvo todo el encuentro en el campo. Sencillo y carrera
anotada en el primer tramo ante Luis Leal. Triple y carrera anotada en el
tercero contra Rafael Cepeda. Un out en los jardines.
Bonds redondeó su paso por el Magallanes con
ocho dobles y un triple, entre sus 39 imparables en 160 paradas en el plato.
Recibió 36 bases por bolas y anotó 22 carreras. Nada mal para quien estuvo
subiendo y bajando en la alineación.
Luego de su estadía con los Navegantes, los
Piratas convinieron en que Bonds estaba listo para pasar directamente, de “A” a
“AAA”. Fue asignado a los Isleños de Hawai en la Liga de la Costa del Pacífico. En menos
de un mes fue promovido a las grandes ligas.
Quizás estaba listo para llegar a las mayores
antes de firmar su primer pacto profesional. En los dos años previos a su
contratación, había bateado para la novena de la Universidad de Arizona
para .347 con 45 jonrones y 175 empujadas. Sin embargo, el empeño de Rickey III
para que viniera con el Magallanes no fue casual. Fue ex profeso, y una prueba
más del olfato de la familia para percibir, a quiénes triunfarán y a quiénes
no, en las mayores.
El primer Rickey fue quien se atrevió a firmar
al primer negro en actuar en las mayores, el versátil Jackie Robinson para los
Dodgers de Brooklyn. El segundo fue quien sugirió a los Piratas que firmaran al
toletero boricua Roberto Clemente. Los dos primeros no se equivocaron, y hasta
los momentos el tercero tampoco. Robinson y Clemente están en el Salón de la
Fama. Si
sigue como va, Bonds algún día los acompañará.
“Es que Branch Rickey III hablaba
apasionadamente de Barry”, rememora Santiago Sánchez, cuya presencia dentro de
la pelota profesional, data de sus años como directivo de los Industriales del
Valencia en la década de los años 50.
“En todos estos años, ya pueden imaginar los
contactos y las relaciones que he podido hacer”, afirma el antiguo directivo
del Magallanes. “Y ni antes ni después, he visto en alguien tanta confianza y
seguridad depositada en el futuro de un jugador, como Rickey III en Barry
Bonds. Con razón insistió tanto para que viniera Venezuela con nosotros”.
lamentable como se mancho tremendo talento por el tema de los esteroîdes deberîa estar en el Salôn de la Fama
ResponderEliminarCreo que debería estar en Coopertown..por mucho..!
ResponderEliminarHumberto: Magallanes no cambió a Bonds por Funderburk. Ambos jugaron unos cuantos encuentros juntos, e incluso hay una conocida foto de los dos en el dugout turco. Mauriello contrató a un prospecto de los Astros llamado Chris Jones y, para abrirle cupo, tuvieron que decidir entre Bonds y Funderburk. Como el hijo de Bobby Bonds deseaba marcharse, se quedaron con Mark Funderburk. No está de más decir que el catirito Jones resultó tremendo fiasco.
ResponderEliminarEse José Pacheco Le decían Achaco?
ResponderEliminarBachaco
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