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Mostrando entradas de julio, 2019

Maddux, el zuliano (1995)

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Maddux, el zuliano (1995) Esa noche, ningún corredor le pisó la segunda base a Greg Maddux. Solo le conectaron cuatro imparables, todos sencillos. Ponchó a seis bateadores. Para refrendar su marca de fábrica – el control – no regaló bases por bolas. En siete entradas no le hicieron carreras. Ah, pero no se confunda. No estamos hablando de alguna de sus 19 victorias obtenidas en la temporada de 1995 para los Bravos de Atlanta, que le permitieron a Maddux conquistar su cuarto premio “Cy Young” como el mejor lanzador de la Liga Nacional. Tampoco se trata de una de sus actuaciones en la pasada Serie Mundial ante los Indios de Cleveland. No. Todo pasó el 27 de octubre de 1987 en el estadio Universitario de Caracas, cuando el pitcher derecho no era más que una tangible promesa para la organización de los Cachorros de Chicago, y cumplía con su primera apertura para las Águilas del Zulia. Al final, los Tiburones de La Guaira con Oswaldo Guillén, Luis Salazar y compañía, termi

El encanto de las barajitas (1993)

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Fue como la primera novia. Inolvidable. Esa tarde en el salón de clases, Mauricio Blanco aprovechó la salida inesperada de la maestra Irma Román, para extraer del bulto un promontorio de barajitas. Serían unas veinte. Una de ellas, fue la primera barajita de peloteros que tuve entre mis manos. Ya contaba con alguna experiencia en la materia. Había coleccionado todos los cromos de un album de Simón Bolívar, otro con los aviones que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, y uno más con los animales salvajes que habitan en África. Pero estas eran diferentes. Sólidas, de cartón. Y despedían un agradable olor a chicle bomba. -Ese es Bill Mazeroski, dijo Mauricio al darme la tarjeta. -Umm. -El que dio el jonrón contra los Yanquis en la Serie Mundial. Fue la primera vez que escuché ese nombre, Serie Mundial. Pero más que su cuadrangular para ganar el séptimo juego 10 a 9 y la serie para los Piratas, lo que más llamó mi atención fue la bola de tabaco que brotaba del cac

Réquiem por César Tovar (1994)

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Escribir el epitafio de César Tovar es una dolorosa casualidad. Es el precio a pagar por la admiración y la sublime devoción profesadas desde niño, cuando me asomaba por el estadio Universitario a verlo jugar. También por más tarde materializar el recóndito sueño de todo periodista, de poder intimar alguna vez con los protagonistas de sus historias cotidianas. Pero si hay algo que puede servir de consuelo en este momento, es no haber tenido que esperar hasta que falleciera ayer, para recordar en más de una oportunidad, que fue el pelotero más excitante de su generación. Como evocamos en la redacción al conocer la noticia, fue uno de esos jugadores siempre dispuesto a hacer lo que su equipo necesitaba que hiciera para ganar el juego. Fue esa la carta de presentación que lo identificó hasta el último día de su vida a los 54 años de edad, por culpa de una prolongada dolencia cardíaca.   Tovar debutó aquí con el uniforme de los Leones del Caracas en el inconcluso campeonato 59-60

M y M (1981)

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Si José Ignacio Cabrujas lo hubiese intentado, jamás escribe una historia tan perfecta. Ni siquiera con la imaginación de su llave Román Chalbaud, hubiese elaborado un guión cinematográfico como el de las vidas de Mickey Mantle y Willie Mays. Los más celebres peloteros de las mayores hace veinte años, y dos de los mejores jugadores de todos los tiempos. Será una obra más del destino, pero uno no deja de preguntarse, cómo pueden abrigar tantas coincidencias en sus existencias, dentro y fuera del terreno de juego. Ambos nacieron en 1931 y ambos debutaron en Nueva York en 1951. Mantle con los Yanquis y Mays con los Gigantes. Sus apellidos comienzan por “M” y su primera Serie Mundial la jugaron en su primera temporada en las grandes ligas, uno contra el otro. Habitualmente defendieron el jardín central, y al final cuando sus condiciones comenzaron a mermar, fueron confinados a la primera base. En sus inicios fueron protegidos por dos de los managers más capaces, Mantle por Casey