Maddux, el zuliano (1995)



Maddux, el zuliano (1995)

Esa noche, ningún corredor le pisó la segunda base a Greg Maddux. Solo le conectaron cuatro imparables, todos sencillos. Ponchó a seis bateadores. Para refrendar su marca de fábrica – el control – no regaló bases por bolas. En siete entradas no le hicieron carreras. Ah, pero no se confunda. No estamos hablando de alguna de sus 19 victorias obtenidas en la temporada de 1995 para los Bravos de Atlanta, que le permitieron a Maddux conquistar su cuarto premio “Cy Young” como el mejor lanzador de la Liga Nacional. Tampoco se trata de una de sus actuaciones en la pasada Serie Mundial ante los Indios de Cleveland. No.
Todo pasó el 27 de octubre de 1987 en el estadio Universitario de Caracas, cuando el pitcher derecho no era más que una tangible promesa para la organización de los Cachorros de Chicago, y cumplía con su primera apertura para las Águilas del Zulia. Al final, los Tiburones de La Guaira con Oswaldo Guillén, Luis Salazar y compañía, terminaron perdiendo 4 a 0.
“Era un loco. O es un loco todavía”, cuenta Jesús Marcano Trillo, coach de las Águilas y en aquella campaña 87-88, manager de Maddux en el Zulia. “No le importaba la cantidad de pitcheos que podía hacer en el juego. Siempre quería terminar, y cuando el coach iba a la lomita a ver cómo estaba, le rogaba para que lo dejara seguir lanzando. Es un loco”.
Entonces Maddux era apenas un joven de 21 años de edad, que vino para las Águilas como parte de una importación proporcionada por los Cachorros que incluyó entre los lanzadores a su hermano Mike Maddux, a Morris Maden, Mark Bowden, Mike Capel, Dave Master y Derek Botelho. Al catcher Damon Berryhill, a los infielders Phil Stephenson y Terry Francona, y al jardinero Dwight Smith.
“Nosotros teníamos un arreglo con los Filis de Filadefia, y ese año comenzamos otro con los Cachorros de Chicago”, rememora Rubén Amaro, manager de las Águilas, y en aquella ocasión, su gerente general. “Seleccioné la importación de acuerdo con las necesidades del equipo, y entre los peloteros más adelantados de la organización. Greg Maddux estaba entre ellos”.
Maddux tenía cuatro años en las sucursales del Chicago, y en aquella campaña de 1987 previa al campeonato venezolano, había debutado en las grandes ligas. Pero después de un horrible registro de 6 ganados y 14 perdidos con una efectividad de 5.61, fue devuelto al Iowa, la sucursal AAA de los Cachorros en la Liga de la Costa del Pacífico. Tal vez en la liga venezolana conseguira lo que le hace falta para quedarse arriba por siempre, pensaron en Chicago.
“El ha hecho algo extraordinario”, opina Amaro sobre lo que ha sido hasta ahora la carrera de Maddux en las ligas mayores. “Solo que entonces, de lo que no existía ninguna duda,  era que llegaría a las grandes ligas. Tenía un gran dominio de todos sus pitcheos. Y eso sí, era tan valiente como lo es ahora. Nunca se ha intimidado. Y esa condición no se adquiere. Se nace con ella”.
Después de vencer a La Guaira en lo que fue su estreno en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, Maddux fue castigado en algo más de siete episodios por los Cardenales de Lara encabezados por Cecil Fielder, Dave Justice y Glenallen Hill. Pero enseguida obtuvo tres triunfos consecutivos con trabajos completos sobre Magallanes, Aragua y Caracas. Durante ese período de 27 capítulos solo le fabricaron cinco carreras para un promedio de 1.66 carreras limpias por cada nueve innings.
“No estaba encima de él porque vino con Dick Pole, instructor de lanzadores de los Cachorros, que traía todas las instrucciones de cómo utilizarlo”, afirma Trillo. “Creo que ha perdido un poco de velocidad, pero ha desarrollado todos esos lanzamientos. No era el lanzador que es hoy, pero se veía que era un tipo que quería surgir”.
En su sexta apertura, Maddux fue vencido por el Magallanes a pesar de solo permitir una carrera limpia. En la séptima no tuvo decisión frente a los Cardenales, que en nueve tramos le pisaron el plato en dos oportunidades.
“No ha cambiado. Se molestaba mucho cuando hacía un lanzamiento y no lo colocaba donde quería”, relata Heberto Andrade, veterano catcher actualmente con los Tiburones, cuya temporada de novato con las Águilas, coincidió con la presencia de Maddux en el equipo. “Hacía el mismo gesto que se le vio en la televisión durante la Serie Mundial contra Cleveland. Cuando se pone el guante en la cara, es porque está molesto y está blasfemando”.
Berryhill fue el catcher en todos los encuentros de Maddux con las Águilas, pero el novicio Andrade tuvo el honor de recibir sus envíos en el bullpen mientras se preparaba para abrir sus desafíos por el Zulia. Obviamente, un acto que adquirió esa relevancia a partir de lo hecho por Maddux en la gran carpa. “Ahora que sé a donde ha llegado, hay que considerarlo como un privilegio”, piensa Andrade. “Pero a él se le veía que iba a llegar lejos. No se sabía qué tan lejos, pero que llegaría. Cualquiera podía darse cuenta de que iba a ser alguien. Que no sería uno más del montón. Vino a trabajar especialmente con el slider, y a perfeccionar sus pitcheos sobre las esquinas. Cuando él empezaba el juego, cada quien buscaba el mejor lugar en el dugout para verlo lanzar. Nunca ponía una pelota en el medio del home”.
En una entrevista reciente a propósito del “Cy Young” que acaba de recibir Maddux, Pole, que después estuvo con él como instructor de pitchers en los Cachorros, afirmó que Greg ha llegado a tal estado de dominio del arte de lanzar, que es capaz de planificar su trabajo del primero al último envío.
“Era tan arrecho, que cuando estaba lanzando en el bullpen, lo hacía como si estuviera en el juego”, cuenta Andrade. “Si era lunes y estábamos libres, me pedía que lo acompañara al estadio para soltar el brazo. Ver lanzamientos de esa calidad me sirvió de mucha experiencia. Me decía, muévete pero deja la mascota sobre el home. Allí ponía la pelota”.
En su octava apertura, Maddux anduvo nueve tramos en el segundo encuentro de una doble cartelera en el Universitario contra La Guaira. Desde el palco de prensa vimos cómo Ricardo Laya se instaló en la primera base por un sencillo como primer bateador de los Tiburones en el juego. Después vimos cómo Maddux eliminaba a los siguientes seis, para a la larga llevarse el triunfo 2 a 1. La única rayita de La Guaira llegó en el tercer inning con tres imparables y un elevado de sacrificio de Guillén. No permitió extrabases en todo el camino, y entre el cuarto y el noveno capítulo, solo le dieron tres imparables más y un solo corredor pudo aterrizar sobre la segunda base.
“No lo veo desde los entrenamientos primaverales de 1988”, asegura Andrade. “Maddux y Rick Sutcliffe fueron al campo de entrenamiento para a hablar con los pitchers y los catchers novatos de los Cachorros. Recuerdo que hablaron de las pesas, y Maddux señalando a Sutcliffe, dijo que sin ser tan grande ni tan fuerte como él, podía lanzar tanto o más duro”.
Sin embargo, Amaro lamenta cómo Maddux nunca ha hablado bien de su estadía de tres meses en Venezuela. “Su hermano Mike sí se expresó bien de esta liga. Greg no”, cuenta el estratega mexicano. “Nosotros hicimos una cosa extraordinaria con ellos. Su madre se estaba divorciando de su padre y querían pasar la Navidad en su casa. Entonces los sorprendimos. Mandamos a buscar a su mamá y estuvo con ellos en Maracaibo. La verdad es que los tratamos como reyes, pero como pasa con siete de cada diez peloteros importados, a Greg no le gustó la ciudad”.
En sus dos comienzos previos a las festividades de Navidad y de Año Nuevo, Maddux sometió a La Guaira 4 a 2 y al Magallanes 5 a 3. En cada una de esas presentaciones estuvo al menos ocho entradas sobre la lomita.
“Con la excepción del Universitario, los parques de la liga no se encontraban en las condiciones que tienen actualmente”, agrega Amaro. “Pero en el “Luis Aparicio El Grande” se habían hecho trabajos para que los peloteros se sintieran lo más cómodo posible. No creo que Maddux haya tenido alguna dificultad, pero como casi siempre pasa con los importados, se quejó del clubhouse y otras cosas. Aquí en el Zulia pensamos que se iba a expresar mejor”.
Luego de su pasantía con las Águilas, Maddux retornó a las grandes ligas. Lo más significativo, el inicio a una actuación que ha  mejorado con los años. En una línea ascendente, su balance de victorias y derrotas es desde 1988 a 1995, de 18-8, 19-12, 15-15, 15-11, 20-11, 20-10, 16-6 y 19-2.
“Nunca me decía manager. Me decía coach”, rememora Trillo, quien fue compañero de Maddux en los Cachorros entre las campañas de 1986 a 1988. “Y un coach muy bueno. Ya sabes, son los coaches los que consienten a los peloteros. Y como yo era su manager, un día lo invité a Caracas a jugar golf en el club Valle Arriba. De todas maneras, siguió llamándome coach”.
Muchos se  vieron sorprendidos en medio del quinto juego de la pasada Serie Mundial, cuando Maddux pareció dispuesto a reñir con Eddie Murray, al instante en que el toletero de los Indios se preparó para ir hasta la lomita luego de un lanzamiento pegado del pitcher de 29 años. Muchos menos Trillo.
“Por supuesto que cuando estuvo aquí no tenía la madurez que tiene ahora”, explica el antiguo defensor de la segunda almohadilla y hoy coach de la primera base de las Águilas. “Era un muchacho muy tranquilo. Un buen muchacho. Y fue el responsable de la segunda vez que me expulsaron de un juego de grandes ligas. Ganábamos 5 a 2 en el cuarto o el quinto inning, y como a uno de nuestros peloteros le dieron un bolazo, él le pegó la pelota al primer bateador de ellos en la siguiente entrada. Ese día estaba viendo el juego desde el dugout, y la caja donde están los lentes de sol, la lancé al terreno. Porque estaba bravo por lo que acababa de hacer Maddux. El árbitro de la tercera base pensó que estaba protestando y nos botó a los dos”.
Maddux no pudo hacer mucho por la causa de Trillo y de las Águilas en sus dos comienzos finales en la ronda eliminatoria, en un vano intento del Zulia para avanzar a las semifinales. El 27 de diciembre fue derrotado por los Cardenales y el 2 de enero fue vencido por los Tigres.
“Pero es un muchacho tranquilo”, insiste Trillo, quien a través de sus diecisiete temporadas en las ligas mayores con siete conjuntos diferentes, no solo destacó por sus virtudes en la defensa de la segunda base, si no como dice de Maddux, por su carácter tranquilo. Más bien flemático. “Creo que por esa tranquilidad ha llegado a donde llegó. Si no está lanzando, está sentado tranquilo en el borde del dugout. Y no solo está viendo el juego. Está aprendiendo. Tranquilamente”.
Al marcharse, el récord de Maddux con las Águilas era de 7-4 en una docena de presentaciones, todas como abridor. En cinco ocasiones terminó lo que comenzó, en 95 entradas solo regaló 20 pasaportes, su efectividad se detuvo en un minúsculo promedio de 1.89, y sus 66 ponches fue la mayor cantidad en toda la liga.
Alguna vez le preguntaremos a Maddux si su estancia por estas tierras, en realidad marcó el principio de su transformación como el mejor lanzador de su generación. Cuesta creer que no haya sido así. Sobre todo,al agregar a su lustroso currículum en las mayores, tres lideratos en victorias, tres en efectividad, tres en juegos completos, cinco en entradas lanzadas, dos en blanqueos y seis “Guantes de Oro”.
Pole, que además de supervisar a Maddux durante sus vivencias con las Águilas, fue su entrenador en Chicago del 87 al 92, dispone de una anécdota singular para describir al pitcher en que se convirtió su pupilo.
“Antes de un juego en 1994, conversaba en los jardines con Dave Martínez, y le dije que en el noveno inning con un out, y en cuenta de tres bolas y dos strikes, Maddux tiraría un cambio de velocidad”, relata el coach.
El presagio de Pole comenzó a materializarse como un guión preconcebido. Maddux llegó al noveno episodio con una ventaja de 1 a 0 para los Bravos sobre los Cachorros, pero las bases estaban llenas con dos outs. Martínez era precisamente el siguiente bateador por el Chicago. Primer lanzamiento, recta en strike. Segundo, recta en strike. Tercer envío, cambio en strike.
“Bueno Dave, no te dije que lanzaría un cambio de velocidad en strike”, reclamó Pole a Martínez cuando éste volvió desconcertado al dugout. “Sí, pero lo que tenía en mi mente era una recta”, fue su lacónica respuesta.
Al concluir el campeonato 87-88 con el voto de los periodistas se elaboró el equipo ideal de la campaña. Greg Maddux fue elegido como el lanzador más sobresaliente.

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