Miguel Cabrera (2013)
Para la mayoría, la
prolongada y extenuante carrera de seis meses, está por concluir. Solo falta
algo más de tres días para cruzar la raya. Y detrás del cansancio, se ocultan
los más variados y contradictorios sentimientos. Frustración, por no terminar
en los puestos de honor, pero complacencia de poder volver a casa dentro de
poco, después de pasar tanto tiempo fuera de sus cuatro paredes. Decepción, por
no haber hecho todo lo que se puede hacer, pero certidumbre de que la próxima
vez podría ser mejor. Felicidad, por alcanzar lo que el mundo confiaba se
alcanzaría y júbilo por la esperanza de llegar primero a la meta. Las emociones
de Miguel Cabrera están entre estas últimas.
Cabrera está
arrellanado sobre su silla., en el espacio que tiene reservado en el vestuario
del equipo visitante en el estadio de los Marlins aquí en Miami. El sillón
parece estar a punto de ceder por el empuje de su peso y corpulencia. Después
de participar en 146 de los primeros 159 juegos de los Tigres de Detroit, está
tan agotado como el resto de sus compañeros. Su cuerpo también está adolorido.
Desde mediados de julio entre otras, una molestia en la ingle no le ha
permitido desempeñarse a su máxima capacidad.
Cumplió 30 años, una
edad en la que todavía la vida se halla en sus albores, aunque al verlo
apacible mientras sorbe agua mineral, la imagen deviene en la encarnación
tangible del inexorable paso del tiempo. Las facciones, los gestos, y hasta la
mirada de niño prodigio y travieso, ha dado paso a la actitud del hombre
maduro. Seguro de sí mismo. En realidad, no puede ser de otro modo. Dentro de algunas
horas, llegará a su fin su undécima temporada en las grandes ligas. Un lapso
que según las reglas no escritas del escenario, ya lo convierte en un veterano
de guerra.
-Miggy, firma aquí, le extiende una pelota Torii Hunter, el jardinero
derecho de los Tigres.
-¿Es para ti?,
pregunta Cabrera con sarcasmo.
-Hombre. Es para un
amigo que está allá arriba. Vino a verme desde Tampa.
-¿Verte a ti?, vuelve
a preguntar irónicamente. –En este equipo hay varios peloteros mejores que tú.
-Seguro, empezando por
ti, sonría Hunter. –Gracias Miggy, le soba la cabeza y se marcha feliz en busca
de más autógrafos para su admirador.
Desde finales de
agosto, quizás un poco antes, cuando ya era inminente que Cabrera alcanzaría su
tercer título de bateo consecutivo en la Liga Americana , el fantasma de
Roger Hornsby comenzó a seguir al toletero derecho a donde quiera que éste
fuera. Y no con la intención de sobresaltarlo o de interrumpir su sueño. Por el
contrario. Más bien para irradiarle el mismo baño de luz que aún distingue a
Hornsby como uno de los más notables bateadores en la historia de las ligas
mayores.
Con los Cardenales de
San Luis, el también toletero derecho fue el primero de la Liga Nacional entre 1920 y
1925, con promedios de .370, .397, .401, .384, .424, y .403.
“No sé quién es”,
sonrió malicioso Cabrera al preguntarle la tarde del viernes si sabía quién era
el antiguo defensor de la segunda base, que en total acumuló en su carrera
siete coronas de bateo. “¿No fue uno que ganó seis o siete títulos? Sí, me
dijeron quién era”, volvió a sonreír.
En los dos primeros
juegos de la serie contra los Marlins en esta ciudad, Cabrera despachó cuatro
imparables en siete turnos para ver ascender su promedio a .348 y refrendar el
acontecimiento que todos celebraban. Desde Hornsby en aquella lejana década de
los años veinte del pasado siglo, Cabrera se transformó en el primer bateador
derecho en al menos conquistar tres campeonatos de bateo en campañas
consecutivas. De hecho, es apenas el tercer derecho en materializar esa proeza.
El otro fue Nap Lajoie, líder bate de la Americana de 1901 a 1904.
“Ninguno fue más
difícil que los otros dos”, asegura Miguel, primero en 2011 con un average de
.344, y primero en 2012 con un promedio de .330. “Hay que mantener un buen
ritmo durante los seis meses que dura la temporada. Y en seis meses puede pasar
cualquier cosa. Te puedes lesionar. Puedes caer en un slump. También puedes
encontrarte con otro bateador que te dé pelea. Pero en las tres pude batear con
consistencia todo el año. Por eso repetí”.
Por alguna extraña
razón, como suelen ser de extravagantes las ocurrencias que se aprecian en un
campo de béisbol, la tierra de Detroit es fértil en bateadores de alto calibre.
El de Cabrera en 2013 es el vigésimo
cuarto título de bateo en las memorias de los Tigres. Solo la franquicia de los
Medias Rojas de Boston acumula esa cantidad en toda la gran carpa.
Quién sabe dónde
estará el origen de semejante cosecha. Debe estar en la innata habilidad de sus
bateadores. Como la de Ty Cobb, que coleccionó él solo diez de esos trofeos en
esa especialidad. O tal vez se encuentre en el olfato de los cazadores de talento
de quienes se han valido los Tigres, para hallar bateadores que encajen a la
perfección dentro de las características de los parques que han servido de sede
a los conjuntos de la franquicia. O por qué no, en los instructores de la
escuadra, mentes creadoras, ocultas tras el brillo de sus pupilos, atentos para
detener en seco y cuanto antes, esas sequías ofensivas que acechan a todos a la vuelta de la
esquina. Incluso a Miguel Cabrera.
Cabrera debutó en las
grandes ligas el 20 de junio de 2003. Aquí mismo en Miami en un partido contra
los Rays de Tampa Bay. Fue colocado en el octavo turno de la alineación como
jardinero izquierdo. En ese mismo encuentro dio su primer imparable en las
mayores. Un jonrón en el undécimo inning para que los Marlins ganaran 3 a 1. Cabrera procuraba
revivir el histórico momento, pero la agitación poco común que invadía este
viernes 27 de septiembre el vestuario del equipo visitante en el Parque de los
Marlins, lo impedía.
Costaba hallar el
origen de la convulsión. Tal vez estaba en el relajamiento de los peloteros
ante la cercanía del cierre de la campaña regular. Después de todo, a los
Tigres solo restaban los tres desafíos con los Marlins y ya tenían asegurado el
gallardete en la División Central
de la Americana. O
estaba en los periodistas que habían invadido el local. Parecía que todos los
medios de Detroit estaban allí representados. A fin de cuentas, ante la
proximidad del inicio de la Serie Divisional
frente a los Atléticos de Oakland, querrían saber de primera mano, cómo el
manager Jim Leyland enfrentaría a su rival.
-¡Miguelito!, escucha
Cabrera que alguien lo llama.
Es Carlos Guillén que vino
a Miami con un grupo de amigos desde Maracay, y llegó hasta el estadio para
saludar a sus viejos compañeros en el Detroit, donde estuvo de 2004 hasta su
retiro en 2011. .
-Chamo!, qué haces
aquí, le dice al pretérito infielder de los Tigres. Se va con Guillén al otro
lado del vestuario, en busca del catcher Víctor Martínez y del camarero Omar
Infante, parte de la embajada venezolana que convive en Detroit.
“Si usted me pregunta
qué es lo que más admiro de Miggy, solo puedo decirle una cosa”, sonríe
complacido Torii Hunter, quien llegó este año a Detroit, precisamente para
ocupar el turno delante de Cabrera en el orden ofensivo de los Tigres. “Tenía
una idea bastante clara de lo que podía hacer, pero esta temporada lo he
confirmado miles de veces. Sobre todo cuando lo he visto batear mientras estoy
en alguna de las bases. Miggy es capaz de ajustarse, lanzamiento tras
lanzamiento. La mayoría de los bateadores nos ajustamos a un pitcher, turno a
turno. Miggy no. Eso solo lo puede hacer él”.
En agosto, a los
dolores en la ingle se unieron molestias en la parte baja de la espalda. En una
cadera. En el abdomen. En las piernas. En consecuencia, por primera ocasión
desde 2003, Cabrera no apareció en al menos 150 de los 162 partidos del
calendario regular.
Sin embargo, justo
antes de llegar aquí, tenía ocho turnos consecutivos sin dar imparables. Su
promedio bajó de .350 a
.345. Solo que está protegido por un escudo de seguridad, en la confianza que
tiene sobre lo que puede hacer, que minimiza la posibilidad .de una caída libre
en su average. Una autosuficiencia que no brota al conectar alguno de sus
jonrones imposibles por la banda contraria. O sea, por el jardín derecho. El
espectáculo en realidad, lo brinda si falla. O mejor, sino consigue pegarle a
la pelota como esperaba. El pitcher contrario que se cuide con el próximo
lanzamiento.
“Todo se fue
complicando porque hice un esfuerzo para no salir de la alineación”, vuelve Miguel
a su puesto, luego de dejar a Guillén con Leyland, para quien jugó desde 2006,
y quien anunció su retiro al concluir esta campaña. “Comencé a hacer cosas para
evitar los dolores. Terminé lastimándome más. El trainer me dijo que eso iba a
pasar por empezar a forzar el cuerpo. Fue como una cadena”.
Entre 2008 y 2011,
Cabrera resguardó la primera base de los Tigres, y desde 2012 con el arribo de
Prince Fielder, cuida la tercera almohadilla. Cuando el sábado, regresó a la
cueva después de fallar en la parte alta del octavo inning con un rolling por
el campocorto, todos sus compañeros se apresuraron a recibirlo al pie de la
escalera del dugout. Fue la señal inequívoca de que no regresaría esa noche al
terreno. De que no volvería a la alineación de los Tigres hasta la próxima
semana para el primero de la Serie
Divisional. También un reconocimiento, porque si bien “solo”
pudo repetir una de las tres gemas de la triple corona obtenida en 2012,
concluir también con 44 jonrones y 137 empujadas no estuvo del todo mal.
Con el tiempo de
nuestro lado, merendamos antes de regresar al palco de prensa. Frente a la
computadora, en los toques postreros de la crónica para enviarla a la redacción
de Meridiano en Caracas, dimos un vistazo a los números redondos de Cabrera en
las mayores. En sus once temporadas, sumaba 365 jonrones y 1260 carreras
empujadas, con un promedio ofensivo de .321 puntos.
-¡Dios mío!, nos
sorprendimos. -¡Son idénticos y hasta superiores, a los de Willie Mays y Henry Aaron
en sus primeras once campañas en las grandes ligas!
Ya es un Hecho!!
ResponderEliminarQue bueno poder leerle por acá 👏👏⚾⚾⚾
Una maravillosa iniciativa, Humberto. ¡Y buen comienzo! Sumo, pues, mis deseos de grandes éxitos. Los mereces.
ResponderEliminarAfortunados tus lectores, Humberto, de poder contar ahora con este espacio. El mayor de los éxitos en la nueva etapa que compartes con todos nosotros. Vaya!
ResponderEliminarOye que que bien Humberto, seguimos leyendolo por aqui de lo que mas nos gusta el Beisbol..
ResponderEliminarBravo Humberto, muy esperado tu blog!!!...
ResponderEliminarUn logro mas en una brillante carrera,y un placer para nosotros tus lectores incondicionales..
ResponderEliminarFelicitaciones,un logro mas en una brillante carrera,un placer para nosotros tus lectores incondicionales...
ResponderEliminarExcelente artículo.
ResponderEliminarFelicitaciones Humberto. Exitos
ResponderEliminarFelicitaciones Humberto por el blog, muchísimas gracias! Lo sigo desde sus tiempos en El Nacional
ResponderEliminar¡Enhorabuena Humberto!
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