El Nro 1 (2007)
El de esta tarde aquí en Lee County entre los
Mellizos de Minnesota y los Medias Rojas de Boston, no era precisamente el
séptimo juego de la Serie Mundial.
No era más que otro encuentro de exhibición. Aún así, Johan Santana saltó al
campo del estadio Hammond a enfrentar a los poderosos Medias Rojas, como si se
tratara del encuentro de su vida. Sin embargo, todo aquel que lo conozca
medianamente, entenderá que el partido sí que guardaba un toque especial para
el lanzador zurdo de los Mellizos. Era su última aparición esta primavera, y al
menos para él, era indispensable saber a ciencia cierta, qué tan listo estaba
para ascender a la lomita a abrir el primer juego oficial de la temporada 2007,
el 2 de abril contra los Orioles de Baltimore.
Santana suele así tomarse las cosas, tal vez un
poco más en serio que el resto de sus cofrades en las grandes ligas. Una
actitud que se manifiesta en todo lo que hace, incluso en un acto tan elemental
y rutinario como ponerse el uniforme. Notará que lo hace con un toque
ceremonial, sin descuidar el más mínimo detalle del atuendo. Las dos medias a
la misma altura de sus tobillos. La gorra en el punto exacto de su cabeza.
Quién quita, que sea en esa postura, donde en parte se esconde el por qué es
considerado desde mediados de 2003, el mejor pitcher de las ligas mayores.
“Sí, para mí el juego tenía mucha importancia”,
aclaró el lanzador de 28 años de edad. “Y no solo porque fue el último de los
entrenamientos primaverales. También porque era el juego que me iba a decir,
qué tan listo estoy para comenzar la temporada el lunes en casa. Aparte del
resultado que no importa el que haya sido, me sentí muy bien. Y en verdad, así
ha sido durante todo el entrenamiento. Me atrevo a asegurar, que nunca había
llegado al juego inaugural en mejores condiciones. Mi brazo está fuerte. La
curva y la slider rompen hacia abajo como espero. La recta tiene su velocidad
acostumbrada. Ahora solo tengo que esperar que llegue el gran día”.
Santana nació el 13 de marzo de 1979 en Tovar,
una población en las alturas del estado Mérida. Tal vez en ese determinismo
geográfico se hallen algunas respuestas al por qué de su comportamiento. La
gente de los Andes, cuenta con la bien ganada fama de ser la más conservadora
de Venezuela, y una de las más educadas, tanto en sus modales como en su
formación académica. Son varios los andinos que han sido presidentes del país.
“Siempre he sido así, desde niño”, responde sin
querer darle más importancia de la debida a su origen. “Viene de mi familia.
Mis padres siempre me inculcaron la importancia de una buena educación. Que lo
que hiciera, tratara de hacerlo lo mejor posible. Hasta ahora, seguir esos
consejos me ha dado buenos resultados”.
Y fue hasta Tovar que llegó Andrés Reiner el 2
de julio de 1995 como representante de la organización de los Astros de
Houston. Allí, en la sala de su casa el caza talentos de los Astros, le
extendió a Santana su primer contrato profesional y un cheque por 15 mil dólares
solo por la firma.
Después de cumplir en el bullpen con los quince
minutos de calentamiento previos al desafío ante los Medias Rojas, Santana
llegó a la cueva de los Mellizos y no hubo uno solo de sus compañeros que
dejara de hacer lo que estaba haciendo, para llegar hasta donde el pitcher se
encontraba. Vaya uno a saber cuántas veces se había repetido el ritual, pero
cada uno chocó sus manos con las de Johan, como si un gesto tan sencillo,
asegurara la victoria. Si nos dejamos llevar por su balance de 57 victorias y
22 derrotas y sus dos premios “Cy Young” durante las pasadas cuatro campañas,
pareciera que el conjuro tiene su efecto.
“Lo que trato de decir es que aquí todos somos
importantes. Que el triunfo depende de todos”, explica y pone en evidencia su
influencia y liderazgo dentro del vestuario y la cueva de los Mellizos. “Hay
algo que todo pitcher debe saber. Uno puede ser muy bueno, pero hasta el mejor
de todos necesita de la ayuda de sus compañeros. Hasta Johan Santana. Si no
pueden batear porque el pitcher contrario no los deja, o si cometen uno de esos
errores que están en el juego, probablemente no pueda ser el pitcher
ganador”.
Sin embargo, esa convicción no se queda allí.
El béisbol como pocos, es un juego corporativo, si se aprecia exclusivamente
desde el montículo del lanzador. Su naturaleza así lo determina. Por ello la
certeza que expresa Santana no basta. La cosa es más compleja. Aparte de sus
habilidades, por toda la Liga Americana
se ha expandido la creencia de que nadie ni nada, es capaz de sacarlo de sus
casillas mientras cumple con su parte para tratar de conseguir el triunfo.
“La concentración en el bateador es
indispensable”, explica. “Por eso es inútil molestarse, o pensar demasiado en
un error de un compañero, o en cómo el úmpire tenga la zona de strike. Los
errores están en el juego, y hasta yo los puedo cometer. Y en cuanto a la zona
de strike, tú eres quien tiene que adaptarse al principal, no él a ti”.
Los Medias Rojas llegaron a Lee County, en la
costa suroeste del estado de Florida que da hacia el golfo de México, con toda
su artillería pesada: Manny Ramírez y David Ortiz. De por vida ante Johan, la
yunta dominicana del poder, tenía solo cinco imparables en 24 turnos en
partidos de temporada regular, con un jonrón y ocho ponches.
En el tercer capítulo entraron en acción con
toda la fuerza de que son capaces. Sonaron dobles consecutivos para fabricar
dos carreras, ambos con el primer lanzamiento servido por el venezolano. Más
tarde, Santana tomaría venganza al poncharlos en el quinto episodio con tres
envíos para cada uno.
Pero Ramírez y Ortiz no estaban solos. Vinieron
acompañados de Curt Schilling, uno de los más notables lanzadores de la
generación que antecede a la de Santana.
Fue un intento de reedición del encuentro pasado 13 de junio, cuando Santana y
Schilling sostuvieron un duelo a una carrera durante los primeros ocho tramos.
Johan espació cinco hits, no regaló bases por bolas, ponchó tres veces a
Ramírez y tres más a Ortiz para completar 13 abanicados, su tope en 2006. Al
final, ni él ni Schilling tuvieron
decisión.
“La presencia de Schilling fue hoy otro
incentivo para mí”, apunta el siniestro que concluyó los entrenamientos
primaverales con marca de 2 y 2 y efectividad de 2.63. “Cuando tienes por
delante a un pitcher de esa categoría, tienes que andar con mucho cuidado. Lo
más probable es que no tengas muchas carreras de tu parte. Así que una
equivocación, te puede costar el juego.
El derecho de los Medias Rojas solo permitió
dos imparables sin anotaciones en cuatro entradas y un tercio, para llevarse la
victoria. No obstante, la intensidad de Santana fue tan palpable que se podía
atravesar con un cuchillo. En el segundo inning, con un corredor en segunda
base y la pizarra en blanco, corrió hasta la raya de la derecha en busca de un
foul, que al final tomó el primera base Justin Morneau para el tercer out.
Habíamos llegado en tropel al vestuario de los
Mellizos una vez concluido el encuentro.
Fue una sensación extraña, más bien surrealista. Éramos unos diez periodistas y
ninguno reparó en otra cosa que la larga mesa donde Santana se había sentado
para escuchar las preguntas. Un poco más allá estaba Justin Morneua, el “Más
Valioso” de la Americana
en 2006. En su casillero saboreaba una sopa humeante, Joe Mauer, el último
líder bate de la liga. Torii Hunter, con sus seis “Guantes de Oro” lidiaba con
una lata de cerveza. Ni modo. Fue como si ninguno de ellos estuviera allí
presente. Solo Santana.
Fue también la oportunidad de apreciar otra de
las facetas de su personalidad a través de cómo responde. Las respuestas no
solo son puntuales y expresadas dentro de un conocimiento profundo de lo que
hace. Domina el escenario, en ingles y en español, como si hubiese hecho un
curso intensivo de oratoria y de cómo actuar en público. Pero no, el asunto es
original.
“La vida está llena de retos”, dijo al hablar
de sus metas para 2007. “Y no solo como jugador. También como persona. Cada día
que pasa trato de ser un hombre mejor. Tengo muy claro que soy un ejemplo para
mucha gente, especialmente para los niños y los jóvenes. Ni hablar para mi
familia. Trato de corresponder a todo el que me aprecia, como un ejemplo de
prosperidad. Es una gran responsabilidad que asumo con gran satisfacción”.
Esta será la octava campaña para Santana en las
mayores, a donde arribó en 2000. Un trayecto que ha seguido con los mismos
principios que rigen su vida personal, aunque estos no permiten que hasta un
pitcher de su estatus, pueda avizorar en detalle su futuro en el terreno.
“Quien diga que lo sabe todo sobre el béisbol,
y en particular sobre el pitcheo, miente”, afirma el pitcher que suma 78
victorias en su carrera en la gran carpa. “Cada juego es un aprendizaje. Uno
nunca termina de aprender. Por ejemplo, cada año hay un grupo de nuevos
bateadores que hay que empezar a conocer. Ni hablar de los veteranos que se la
pasan en busca de la fórmula para vencerte. Ya vieron lo que me pasó hoy con
Ramírez y Ortiz. Por eso pregunto y escucho todo lo que me digan para mejorar.
Y por eso mi única meta este año, es tratar de que todos mis lanzamientos
funcionen bien y a la vez. Si eso pasa, tendré una gran oportunidad de salir
adelante, y lo principal, de ayudar al equipo”.
Santana viene de ganar 19 juegos, con
efectividad de 2.77, 245 ponches y 233 innings en 34 aperturas. Todas cifras
tope en la Americana ,
que sirvieron para que la
Asociación de Cronistas de Beisbol de Estados Unidos, le
concediera unánimemente por segunda ocasión, el galardón “Cy Young” como el
pitcher más sobresaliente de la
Americana en 2006. Una actuación que llevó al manager Ron
Gardenhire a entregarle la pelota por segundo año consecutivo para que abra el
primer partido de la campaña
“Si es un honor”, reconoce el también ganador
del “Cy Young” en 2004. “El primer juego es el primer juego. Sobre todo si es
en casa. El ambiente de fiesta. La actitud de los fanáticos. Trataré de
disfrutarlo lo mejor que pueda”, dijo el zurdo que hace un año cayó en la
apertura ante los Azulejos en Toronto.
El papel se mide a través de subjetividades que
puede que tengan su asidero en la contundencia de los números y de los hechos,
pero que por ello no deja de ser una subjetividad. El pitcher abridor del
primer juego, suele ser el número uno de la rotación que incluye a otros cuatro
lanzadores. De tal forma, que en condiciones normales a lo largo del calendario
de 162 fechas, el manager podrá disponer de su número uno, la máxima cantidad
de veces posibles.
.
-¿Eso es todo, preguntó Santana a la audiencia
de periodistas.
Esperó unos segundos. Entonces se despidió con
un gesto de agradecimiento y tomó el camino de las duchas.
-Siempre es así, dijo una periodista de uno de
los diarios de la ciudad de Minneapolis.
Hace un par de años en este mismo lugar, otro
de los periodistas que siguen a los Mellizos, expresó algo similar.
-¿Cómo fue posible que dos equipos subestimaran
a Santana en el pasado?, comentaba con Henry Delgado, el fotógrafo que nos
acompaña a cubrir los entrenamientos para El Nacional. -¿No lo crees?
La historia es fascinante. En 1999, los Astros
de Houston se vieron en la necesidad de proteger en su nómina de 40 hombres, a
Santana o al jardinero Aaron McNeal, que venía de conectar 38 jonrones, empujar
131 carreras y batear para .310. El gerente general Gerry Hunsicker se dejó
deslumbrar por los números de McNeal pese a las súplicas de Andrés Reiner, y no
protegió a Santana. A los cinco minutos, apoyados en la Regla 5, los Marlins de
Florida tomaron al pitcher.
“Es una de mis peores decisiones”, repite
Hunsicker desde entonces, desconsolado.
Pero la anécdota de aquel 13 de diciembre de
1999, no queda allí le contamos a Henry. Enseguida, los Marlins cambiaron a
Santana a los Mellizos de Minnesota por otro lanzador, Jared Camp.
El corolario del cuento no es menos alucinante.
Ni McNeal ni Camp, llegaron a poner un pie en un campo de grandes ligas.
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