El dulce swing de Bob Abreu (2000)




Del swing de Bob Abreu se dice por estos lados, que puede ser tan dulce como un helado de vainilla derritiéndose sobre una manzana horneada, salpicada con trozos de canela. También se afirma aquí en Bradenton, que es el tipo de swing del que eternamente cuelga la posibilidad de un título de bateo.
Para  saborear su dulzura, bastaría con seguir los movimientos del toletero zurdo cuando está parado en el home. Puede resultar un placer exclusivo solo para la mirada de un experto como Ted Williams, pero con una idea más o menos preconcebida sobre la materia, también se puede disfrutar la puesta en escena. Cualquiera podría imaginar, que desde el instante en que Bob abrió los ojos por primera vez hace ya 26 años, llegó a este mundo con un bate de béisbol entre sus manos. Con esa habilidad para golpear la pelota con precisión y solidez. 
Lo del título de bateo puede ser más complicado. Es algo que Abreu no está en capacidad de controlar y manejar a su conveniencia. Con la misma eficacia que maneja y controla su bate. Pudiera terminar con un promedio de .400 puntos, y alguien más podría  finalizar con .401. Por ejemplo, la temporada pasada su average de .335 fue el más alto para un bateador de los Filis desde 1967, cuando el cubano Tony González conectó para .337. Pero Luis González ligó para .336 y Larry Walker para .379, relegándolo al tercer lugar entre los mejores de la categoría en la Liga Nacional. Sin embargo, se puede intentar.
De hecho, en el campeonato 98-99 con los Leones del Caracas, Abreu no solo se propuso alcanzar su primera corona en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. También se propuso en ser el primero con un promedio de al menos .400 puntos, desde que Dave Parker lo hizo a mediado de la década de los años 70. Conquistó ambas metas con un average de .419 que desafió la ley de gravedad. Nunca cayó. Siempre subió.
“No me gusta mucho hablar de mí”, dijo Abreu este lunes a mitad de la práctica de bateo previa al juego de exhibición ante los Piratas de Pittsburgh. Lo dice sonreído y sin atisbos de falsa modestia. “Fíjate, que lo que más hago, es verme batear en videos. Para ver cómo está el swing en ese momento. Pero si es dulce, no lo sé. Eso que lo digan los demás”, vuelve a reír mientras un grupo de aficionados no tienen compasión con sus gargantas y le piden a gritos que les dé un autógrafo.
Si de swing dulce se trata, Abreu prefiere describir el de Ken Griffey Junior, el toletero también zurdo de los Rojos de Cincinnati. “Es un swing sereno y efectivo”, comienza a delinearlo, pero entonces corre hacia la jaula de bateo porque llegó nuevamente su turno.
-¡Hey Bob, ahora quiero el jonrón que gane el séptimo juego de la próxima Serie Mundial, lo estimula desde un lado de la jaula, Hal McRae, instructor de los bateadores de los Filis. –Hala la bola hacia tu banda. Tú puedes, le grita. Abreu lo complace sacando la pelota por encima del jardín derecho.
“Oh sí”, enfatiza McRae ya en el vestuario de Filadelfia concluida la práctica, al hablar de la dulzura del venezolano que batea a la zurda como Griffey Jr. “Tiene una excelente coordinación entre su vista y sus manos.. Sí, es un potencial líder bate. Y no una, sino varias veces. Pero debe tratar de tocar la bola con más frecuencia y así podrá subir su promedio. Ah, y otra cosa, debe reducir los ponches y dejar de bailar salsa cuando está en el plato. Pero sí, su swing es dulce”, insistió mientras imitaba a Bob moviéndose al compás de una melodía interpretada por Gilberto Santa Rosa, surgiendo de un reproductor que tiene Bob en su casillero.
McRae sabe muy bien de lo que habla. Igualmente fue un eterno probable campeón de bateo. Al final nunca lo fue, pero en seis de sus dieciocho temporadas completas en las ligas mayores con los Rojos de Cincinnati y los Reales de Kansas City, finalizó con promedios por encima de los .300 puntos, con un tope de .336 en 1976. Un bateador derecho, la salsa intentó bailarla cuando fue a jugar en Puerto Rico y después a Venezuela con los Leones del Caracas y los Tiburones de la Guaira a principio de los años 70.
“Hal está loco”, dice Abreu en tono de broma y enseguida se enseria para hablar sobre su exceso de economía con los toques de bola, más su costumbre de balancearse en el home, entretanto coloca la mirada encima del lanzador que tenga por delante.
“A ver, siempre he tocado la bola”, afirma. “Lo que pasa es que ahora me gustan los jonrones. Pero no se lo digas a Hal. Seguro, cada vez que pueda, trataré de tocar. He pasado todo el entrenamiento buscando mejorar eso. Los toques, evitar los ponches y bailar menos”, sonríe otra vez.
El jardinero se aparta y va hasta el grabador. Ahora quiere escuchar a Oscar De León en sus primeros años. La época de la Dimensión Latina. Llorarás, llorarás, abre el concierto virtual. Baja el volumen para no molestar a los demás y nuevamente se acerca.
“¿Dónde quedamos? Ya. Soy un jugador de metas. Me gusta proponerme cosas. En mi vida. Aquí en mi trabajo. Así cuando las superas, te fijas otras. Este año me gustaría sobretodo, empujar cien carreras y dar 30 jonrones. Y por supuesto, batear sobre .300. Lo del título de bateo en grandes ligas también es un sueño que me gustaría hacer realidad, aunque hay que tener claro, que los sueños no siempre se dan”, reitera quien debutó en la gran carpa en 1996 con los Astros de Houston y está con los Filis desde 1998.
El juego con los Piratas está por comenzar. El abridor por el  Pittsburgh es el mexicano Francisco Córdova, un picher derecho. El manager Terry Francona colocó a Abreu como jardinero derecho y como tercero en el orden al bate, su puesto habitual en la alineación ofensiva de los Filis.
El tercero es el turno reservado para quien en teoría es el bateador más completo de la escuadra. Alguien que puede elaborar altos promedios, a la vez sacar bolas con frecuencia, y que en condiciones normales, se presentaría a batear en cuatro oportunidades durante el partido. Como lo hizo Bob en 1999, cuando a su average agregó 20 jonrones, 35 dobles, 93 carreras empujadas y 118 anotadas, esta última cifra otro tope para el conjunto. Terceros bates fueron en sus años dorados, Willie Mays, Hank Aaron y Roberto Clemente. Hoy, tercero es Barry Bonds y tercero es Ken Griffey Junior.
En el primer inning, con un out y un corredor en la inicial, Abreu intentó dos veces tocar la pelota para sorprender a la defensa de los Piratas y se colocó en cuenta de una bola y un strike. Luego de una segunda bola, Córdova hizo un lanzamiento sobre la esquina de adentro y Bob pareció escuchar las palabras de McRae durante la práctica. Reaccionó con un batazo que pasó por encima de la cabeza de Brian Giles, el jardinero derecho, para un doble impulsor.
En el cuarto episodio el toletero que nació el 11 de marzo de 1974, volvió a  oír las sugerencias de su instructor de bateo. Córdova se complicó la vida al darle tres bolas sin strikes. Abreu goza del privilegio de la luz verde y atacó el siguiente envío, una recta por todo el medio del plato. Esta vez la pelota cayó delante de Giles para un sencillo. Para la tercera confrontación, Córdova no quiso tomar más riesgos. Con los Piratas arriba 3 a 2, un out y las bases limpias, le regaló un pasaporte con cuatro lanzamientos.
Al terminar el encuentro, McRae llegó pavoneándose al casillero donde Abreu conversaba en tanto se desprendía del uniforme. “Recuerda lo que le dije antes del juego”, dijo sin ver a Bob. Como si Abreu no estuviera presente. “Esa combinación de ojos y de manos de la que le hablé, le permite prepararse antes de que llegue la pelota al home. Si está sobre la esquina de afuera, sencillo y posible doble por el leftfield. Si está sobre la esquina de adentro, ¡bum! Jonrón o posible doble como el del primer inning por encima del jardinero derecho”.
-De quién tú hablas, lo interrumpió a Abreu.
-De un bateador zurdo que atiende mis consejos, replicó McRae antes de dar la espalda y seguir para su puesto, tratando de caricaturizar el caminar de su pupilo.
Abreu se fue a las duchas y la Guía de Medios de los Filis recordó que todavía no había nacido cuando un miembro del Filadelfia ganó la última corona de bateo en la historia de la franquicia. Richie Ashburn, otro bateador zurdo especializado en líneas cortas y precisamente en toques por carecer de poder, en 1958 con un promedio de .350.
El reporte diario de la oficina de prensa con lo que pasa en el terreno con los peloteros del equipo, agregó que al terminar la jornada, Abreu era el primero entre los bateadores de los Filis con un average de .412, con 21 imparables en 51 turnos al bate.
“Lo más importante es llegar al día inaugural en las mejores condiciones posibles”, dice Abreu al salir de la regadera. “Los números que valen son los que se puedan poner de ahí en adelante Hoy me sentí mejor que ayer y eso significa que estoy alcanzado el punto. De aquí al día inaugural debería mejorar todavía más”.
La campaña de 2000 comenzará para Abreu la semana entrante. El 4 de abril en Arizona ante los Cascabeles.
Apagó el reproductor y guardó la cinta en el bolsillo superior de una guayabera de un amarillo pálido, que hace juego con unos pantalones beige y un par de zapatos blancos. El hombre del  vestuario trajo la cartera y el resto de sus pertenencias. Reloj. Sortijas. Una cadena de oro 18 kilates que coloca alrededor de su cuello, y las llaves de una enorme camioneta Cadillac de color blanco, alquilada por Abreu por el mes que ha pasado aquí en el estado de Florida.
“No sé si mi swing es dulce y si podré ganar un título de bateo. Eso lo dicen ustedes”, insistió antes de perderse por la puerta que da al estacionamiento, con el tumbao del swing trasladado al caminar, que tan enloquecido tiene a Hal McRae.

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