Café, dulce o amargo (1986)




Es una costumbre centenaria esa de establecer comparaciones con figuras del pasado. El ejercicio fantasioso, lo que pretende es ofrecer pistas para prever qué tan lejos llegará el prospecto de turno. Los aciertos son los menos. El talento de José Canseco no se encuentra a la vuelta de la esquina ni en las ramas de los árboles. Aún así, la práctica sobrevive y se acentúa con los años. A fin de cuentas, resulta excitante aquello de avizorar el futuro. Y al menos en la pelota venezolana, ahora mismo hay un candidato firme para echar a volar imaginaciones. Su nombre, Carlos “Café” Martínez.
“Cómo lo envidio. Es el novato número uno de la organización. El mimado. Todo el mundo habla de él”, dijo Oswaldo Guillén de Martínez, al bajarse del avión que lo trajo de su segunda temporada como campocorto de los Medias Blancas de Chicago.
De entrada, se asegura que Martínez es el prospecto más sobresaliente por estos parajes desde que Antonio Armas cautivó a los cazadores de talento de las grandes ligas, allá por 1970. En realidad, el calificativo “prospecto” ha perdido legitimidad recientemente. Se usa con cierta libertad. Todo joven que firma, es un prospecto. Pero como ocurrió con Armas, hay que convenir en que Martínez es un prospecto con mayúsculas.
“No creo que vaya a las grandes ligas el próximo año”, advierte Martínez, que viene de batear para .286 con los Bisontes de Buffalo, la sucursal AAA de los Medias Blancas en la Liga Internacional. “Con seguridad sí me van a poner en el róster de 40 para protegerme porque ya tengo tres años en las menores. Pero lo más seguro es que vuelva a comenzar en Buffalo”.

Martínez dispone de tres formidables herramientas para salir adelante en la vida que escogió llevar. Posee habilidades poco comunes para jugar béisbol. Por lo general un aspirante a pelotero de ligas mayores cuenta con dos o tres de ellas. Martínez las tiene todas y  por encima del promedio exigido
También lo acompaña una estatura que sobrepasa el metro con noventa centímetros. El béisbol no tiene las demandas que impone el básquetbol, pero en una actividad como el deporte que tiende a girar alrededor de la ley del más fuerte, o de quién más intimide con su cuerpo, un tamaño como el de “Café” nunca sobra.
Y está su origen. De dónde viene. Dónde creció. Emergió de un conjunto de edificios multifamiliares levantados por el extinto Banco Obrero en las cercanías del aeropuerto Simón Bolívar en Maiquetía. Un lugar con altos índices de pobreza, donde campea el consumo de drogas y alcohol con los actos delictivos.
El béisbol podría significar entonces para Carlos, la tabla de salvación a la que no consiguieron subir muchos de sus amigos de infancia, Y la dura, y a ratos peligrosa experiencia vivida en ese ambiente, será el escudo que servirá para que nada de lo que encuentre en el camino, consiga intimidarlo. Ni la bola rápida de Nolan Ryan, ni jugar ante más de 40 mil personas en Yankee Stadium.
Con los Bisontes, el venezolano prosiguió como campocorto, su posición original, solo que ya se escuchan comentarios encontrados alrededor de la conveniencia o no de emigrar a otra posición, dada su elevada estatura.
“Lo de su tamaño es algo relativo”, dijo el pasado mes de marzo el director de Desarrollo de los Yanquis de Nueva York, Bobby Hoffman. “En las mayores se ha visto con frecuencia a torpederos de gran tamaño, aunque ciertamente la mayoría ha sido de mediana estura como Luis Aparicio. Pero Ernie Banks era un hombre alto cuando defendía esa posición para los Cachorros de Chicago, y alto también era Marty Marion con los Cardenales de San Luis”.
“Tengo tendencia a fortalecerme más y eso posiblemente me traiga problemas para desplazarme en el campocorto”, reconoce Martínez. “Por eso creo que al final, terminaré en la tercera o en la primera, o por que no, en los jardines”.
Aunque las comparaciones siempre resultan contraproducentes, a Banks le ocurrió algo parecido. Estuvo en el shortstop durante sus primeras nueve temporadas con los Cachorros, para terminar los últimos diez cuidando la primera base. Hoy está en el Salón de la Fama entre otras razones, después de conectar 512 jonrones y empujar 1636 carreras.
“Cuando terminó la temporada, los Medias Blancas me mandaron para la liga  instruccional y allá empecé en la tercera base”, cuenta Martínez. “Sin embargo, para los últimos diez juegos volví al campocorto. El manager Jim Fregosi me dijo que jugara fuerte en la tercera base. Creo que sus intenciones son esas, verme convertido en antesalista a tiempo completo. Viene el mes que viene. Espero que me traiga noticias sobre sus planes. Por eso me gustaría empezar en triple A. Aunque voy a trabajar fuerte en los entrenamientos primaverales. Ahí cualquier cosa puede pasar”.

Martínez fue firmado por los Yanquis como un torpedero de potente brazo el 17 de noviembre de 1983. Aún así, durante sus dos primeros años en la organización dudaron de que pudiera desarrollarse a plenitud como futuro campocorto. Aún estaba creciendo y era muy torpe en sus movimientos. Convertirlo en lanzador surgió como una alternativa, hasta que brotó una de esas situaciones que solo parecen ocurrírsele a un libretista de Hollywood.
A mediados de 1985, Martínez se encontraba en el banco del Fort Lauderdale, sucursal A de los Yanquis, cuando el shortstop regular del equipo se fracturó una pierna. Ocupó el lugar de Chris Maynard el resto de la temporada y terminó con un promedio de .248 y 6 jonrones., mientras su nombre era incluido en la escuadra Todos Estrellas de la Liga del estado de Florida.
“Lo mejor de Carlos es su brazo”, opinó Bucky Dent, quien fue el campocorto titular de los Yanquis de 1977 a 1982 y hoy trabaja como instructor de infielders para la organización de Nueva York. “Clasificamos los brazos en una escala del 1 al 10 y 5 es considerado el promedio. Martínez tiene un brazo 8, que es un tremendo brazo. No hay  muchos jugadores por allí con un brazo como ese”.
Dent llegó a pensar que si continuaba desarrollándose a ese paso, en un par de años estaría listo para ocupar el campocorto del Yankee Stadium, un sitio que no ha estado resguardado con regularidad en los últimos años, a pesar de una larga tradición de buenos torpederos como Phil Rizzuto y Tony Kubek.
“No olviden que solo ha jugado un par de años”, advierte Dent. “Pero tampoco olviden que tiene buenas manos y recoge muy bien el batazo de rebote corto. Es muy agresivo y no se preocupen por su altura. Después de haber echo algunos ajustes, ya hace cosas buenas gracias a su mecánica”.
Martínez arrancó 1986 con el Albany en la categoría “AA”, pero cuando bateaba para .277 con 8 cuadrangulares y 39 empujadas, fue enviado a los Medias Blancas. Chicago condicionó el cambalache propuesto por los Yanquis a la entrega de Carlos y Nueva York no tuvo otro camino que ceder ante la pretensión. El trueque se materializó el 30 de julio. Para la fecha, los Yanquis aún se hallaban en una posición favorable para tratar de darle alcance a los Medias Rojas de Boston en el Este de la Liga Americana
A cambio de Martínez y el catcher Ron Hassey, los Yanquis recibieron de los Medias Blancas, al torpedero Wayne Tolleson, al infielder Joel Skinner y al fuerte bateador y jardinero, Ron Kittle.
“Todo lo que se había dicho de los Medias Blancas por mí era cierto”, cuenta “Café”. “Cuando hubo la posibilidad de conseguir a Tom Seaver a principio de la temporada, me pidieron pero los Yanquis dijeron que no. Pero como ahora necesitaban con urgencia  a un shortstop con experiencia, Chicago me puso a mí como única condición. El cambio no me molestó porque sabía que Chicago me iba a mandar para triple A. Eso no iba a pasar con los Yanquis. Al menos no por ahora. Para mí que tengo fiebre por jugar, fue un gran paso”.

Desde un punto de vista estrictamente ofensivo, el cambio significó una variación  en el estilo de bateo de Martínez. Los Yanquis siempre lo vieron como un bateador de largo metraje.  Al llegar a Chicago, los instructores José Cardenal y Willie Horton , se encargaron de darle un giro de 180 grados a esa idea..
“Los Yanquis querían que sacara el máximo provecho a mi poder”, cuenta Carlos. “Pensaban que con un poco más de peso y los ejercicios con las pesas, podría dar treinta jonrones. Pero me estaba ponchando mucho. En Chicago recorté el swing. Ellos dicen que el poder está ahí. Que no tengo que esforzarme para mandar la pelota bastante lejos. Tienen razón. Bajé los ponches y mejoré el contacto. El día que debuté en Buffalo di dos jonrones. No conecté más y me concentré en hacer contacto”. 
Sin embargo en el campeonato pasado, Aurelio Monteagudo en las dos primeras semanas, y el manager José Martínez en el resto de la campaña incluida la Serie del Caribe en Maracaibo, confiaron en su habilidad.
“Siempre les agradeceré esa oportunidad que me dieron aunque todos los muchachos estaban disponibles” comenta Martínez que sacó la bola del parque en sus dos primeros juegos con La Guaira y concluyó la 85-86 con 11 hits en 55 turnos al bate. “Ahora puedo ayudar a José mucho más. Sé que no es fácil, pero me conformaré con jugar todos los días en cualquier parte”.
En lo que va de torneo va de torneo 86-87, Martínez ha empleado a “Café” como bateador designado. El estratega cubano ha estado a punto de pedir disculpas públicamente, pero en verdad está de manos atadas. A los Medias Blancas les encantaría verlo en la tercera base, pero allí están Luis Salazar y Gustavo Pulidor. El campocorto es otra alternativa, pero el tráfico está más congestionado en esa zona con Oswaldo Guillén, Argenis Salazar y Alfredo Pedrique.
“Si por mí fuera, lo pusiera en el outfield, pero no tengo autorización para hacer eso”, confiesa el piloto que la campaña pasada condujo a La Guaira a su segunda corona consecutiva. “Tiene el brazo ideal para jugar en los jardines. Pero socio, cómo hago. Voy a esperar un mes y veré si puedo ofrecerle una oportunidad en la tercera base”.  
Tom González, el comentarista del circuito radial de los Tiburones que ha seguido en detalle la carrera de “Café” desde que llegó a La Guaira, coincide con el piloto antillano. “En mi opinión, su futuro está en los jardines. En el derecho donde se exige el brazo más fuerte. De su bate no hay nada más que agregar. En grandes ligas, debe ser un bateador de 20 o 25 jonrones por temporada”. 
Algo así fue lo que hizo José Canseco para ser erigido como “Novato del Año” en la Liga Americana en 1986. 33 cuadrangulares y 117 remolcadas custodiando precisamente el bosque derecho de los Atléticos de Oakland.
A pesar de cierta incomodidad en el lugar, “Café” prefirió conversar aquí todo el tiempo. Vaya uno a saber si con la oculta intención de otorgarle un toque metafórico a la entrevista. El vestuario de La Guaira en el Universitario, es aún por mucho el más moderno y cómodo de la liga, Pero el lugar que ocupa Martínez, está en el último rincón.
Es allí donde están confinados los novatos del equipo como él. Es el sitio donde más calor hace en toda la estancia. Se halla junto a las duchas, las lavadoras de uniformes, un pequeño gimnasio, la sala de masajes y donde el médico atiende a los lesionados. No hay intimidad, pero el embarazo se manifiesta especialmente en el espacio que ocupa el toletero derecho con sus cosas personales. No fue hecho para alguien de su tamaño. Para un pelotero, no para un basquetero. Definitivamente, verlo sentado allí resulta una imagen algo grotesca.
Pero el joven de 22 años de edad acepta las reglas. No con resignación, aunque seguro de que más temprano que tarde, su locker será mudado a donde se encuentran los de Oswaldo Guillén, Luis Salazar y compañía.
Si Martínez se unirá mañana a la lista de “Novatos del Año” en la Liga Americana donde Canseco ocupa hoy el último lugar, no lo sabemos. Sin embargo, dejamos el vestuario de los Tiburones con una pregunta rondando en la mente. ¿Se arrepentirán los Yanquis de no haberse tomado ese café”?

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