“El Buitre” se encarga de los Leones (1989)





La puerta de la oficina del manager de los Leones del Caracas se abrió para dejar
salir a Urbano Lugo, Julio Strauss, Ubaldo Heredia, Amalio Carreño, Isaac Alleyne y Jim Niedlinger, los miembros del cuerpo de abridores del Caracas, convocados por Phil Regan para escuchar el primer regaño de la temporada. El mensaje estuvo claro: Muchachos, la próxima vez que comiencen un juego para mí, procuren llegar siquiera hasta la séptima entrada.
“No tengo muchas reglas, pero la primera es, que cada jugador debe ofrecer el cien por ciento cada día”, dice Regan, quien se convirtió esta campaña en el cuarto manager de los Leones en los últimos cinco campeonatos. “Solo tengo una exigencia más. Hay que llegar a tiempo al estadio para practicar y hablar todo lo que sea necesario”.
Regan aparenta más edad de la que realmente posee.Una falsa representación que tiene su origen en una cabellera blanca y escasa. Pero al levantarse de su silla en busca de un vaso con agua, emerge una estatura espigada. Los movimientos ágiles y seguros, terminan de darle su aspecto verdadero. En abril cumplió 52 años.
Pertenece a la organización los Dodgers de Los Ángeles, y en los dos torneos anteriores en el área del Caribe, consiguió llevar a los Leones del Escogido al título en República Dominicana, e incluso hasta la conquista de la Serie del Caribe celebrada en Santo Domingo en febrero de 1988.
“No creo que se tenga que dirigir con mano dura”, afirma el piloto. “Más bien, hay que saber tratar a cada uno de los peloteros, porque cada uno es diferente. Cada uno de ellos tiene su personalidad particular. Hay unos que trabajan, y hay otros a quienes hay que estar empujando”.
“Pienso también que soy un manager agresivo. Me gusta jugar con agresividad”, explica el estratega. “Sin embargo, creo que todo equipo, debe apoyarse en pitcheo, velocidad y defensa, si quiere estar siempre en la pelea”.
Pitcheo, velocidad y defensa, fue el trípode estratégico que sostuvo a los Dodgers durante la década de los años 60, cuando ganaron tres banderines de la Liga Nacional. Regan estuvo allí para celebrar uno de esos campeonatos.
En el Caracas, fue antecedido por John Boles, Bill Plummer y Bill Robinson, quienes lograron conducir a los Leones a las coronas 86-87 y 87-88, y al subcampeonato en la 85-86.
“Solo tengo referencias de este béisbol”, advirtió al llegar a Venezuela hace tres semanas. “Plummer me contó que se trata de una liga fuerte. También me habló de los jugadores de este equipo, y porqué han tenido una buena actuación en las últimas temporadas”. 

Regan es uno de los scouts de avanzada de los Dodgers. Una suerte de espía enviado delante de la escuadra, para que observe y haga una evaluación de su próximo rival. Previamente, durante trece años comprendidos entre 1960 y 1972, fue un exitoso relevista con los mismos Dodgers, los Tigres de Detroit, los Cachorros de Chicago y los Medias Blancas de Chicago.
Con ellos tuvo la oportunidad de jugar para algunos de los más ilustres managers que han pasado por las mayores. Mucho de lo que aprendió de ellos, lo tiene guardado en su equipaje de estrategias. En particular de Walter Alston, Leo Durocher y Chuck Tanner.
“De Alston aprendí primero que nada, que el pitcheo es lo más importante”, dice de quien fue su manager con los Dodgers entre 1966 y 1968. “Alston aseguraba, que una vez que se estabiliza la rotación de abridores, todo comenzaba a marchar. No importaba tanto ganar o perder, sino mantener esa rotación”.  
Regan ayudó a los Dodgers a llevarse el gallardete de 1966, encabezando a los relevistas de la Nacional con 14 victorias y 21 salvados, más una efectividad de 1.62. Fue así como cubrió las espaldas del cuerpo de abridores donde se hallaban los zurdos Sandy Koufax y Claude Osteen, y el derecho Don Drysdale.
“Alston era un manager muy paciente”, dice del piloto que ganó siete títulos y cuatro Series Mundiales con los Dodgers. “Era muy tranquilo y nunca lo vi empujando a los peloteros. Nunca les caía encima por cometer errores. Pero si fallaban mentalmente, era implacable”.
Ya iniciada la campaña de 1968, Regan fue enviado a los Cachorros. Allí se encontró con el legendario Leo Durocher, el hombre que impulsó a Willie Mays hacia el estrellato en la década de los 50, y piloto campeón en tres ocasiones. Con los Dodgers en 1941, y con los Gigantes en 1951 y 1954.
“Con Durocher aprendí a tratar de ir siempre, dos innings por delante en el juego”, cuenta. “Y también aprendí a no jugar con el famoso librito. ¿Quién escribió ese libro?, se preguntaba siempre”.
En junio de 1972, el contrato de Regan es vendido a los Medias Blancas, entonces bajo las órdenes de Chuck Tanner, que más adelante dirigiría a los Piratas de Pittsburgh hasta la conquista de la Serie Mundial de 1979. “Tanner era un manager positivo”, sostiene. “Si perdía un juego, no le importaba más de lo normal. Todavía se podía ganar la guerra. También me enseñó del comportamiento de los jugadores. A no enfrentarlos. A llevarlos. Aunque si no aceptaban las reglas, tenían que irse para no volver más”.
Es probable que se trate de una casualidad más. Pero en los últimos tiempos el Caracas se ha convertido en una plataforma para llegar a dirigir en las grandes ligas. Le pasó a Jim Leyland, el actual manager de los Piratas de Pittsburgh, luego de estar al frente de los Leones en la 80-81. Y a Buck Rodgers, piloto de los Expos de Montreal en el presente, y de los Leones en la 84-85.
“Me gustaría dirigir alguna vez en las grandes ligas, pero tendría que ser en los próximos tres años”, piensa el estratega que solo se ha encargado de conjuntos en Dominicana y ahora en Venezuela. “Este béisbol es una gran experiencia para cualquiera. Pero no quisiera pasar primero por las menores o trabajar como coach. Si no voy a dirigir de una vez en las grandes ligas y con cualquier equipo, prefiero seguir como scout de avanzada de los Dodgers”.
Los problemas y los obstáculos que se encuentran para dirigir en la zona del Caribe y de México, se han convertido en una suerte de clisé. Una mañana en el estadio Universitario, David Concepción aseguraba, que la diferencia entre dirigir en las mayores y en este béisbol, está en el profesionalismo de los involucrados. “Allá todo el mundo sabe lo que tiene que hacer”, sostenía el piloto y jugador de los Tigres de Aragua. “Aquí el manager tiene que estar pendiente de todo”.
“Muchos managers americanos prefieren irse porque no saben manejar esas situaciones”, piensa Regan. “Creo que hay que tener un poco de paciencia con los peloteros. Aunque en el fondo, los problemas son iguales en todas partes. En Estados Unidos piensan que el jugador latino no es muy entusiasta. Pero uno viene aquí y se encuentra que dicen lo mismo de los americanos. Sin embargo, aquí en Venezuela tratan mejor al importado. Lo van a buscar al aeropuerto cuando llega. El latino en cambio, allá tiene que valerse por sí mismo y ni siquiera habla el idioma. Es cuestión de tener paciencia”.

Regan no pudo ocultar su asombro, al enterarse que aquí en Venezuela alguien supiera que era conocido como “El Buitre”. No por vergüenza ni nada que se le parezca. Más bien por la distancia que separa este entorno del suyo. Y sobre todo, porque es un apodo que ya tiene más de veinte años y muy pocos lo emplean para llamarlo o referirse a él.

“Así me bautizó Sandy Koufax”, dijo señalando al zurdo de los Dodgers que está en el Salón de la Fama. “Eran los días finales de julio y principios de agosto de la temporada de 1966. Sandy mantuvo un duelo con los Filis y Jim Bunning por once entradas, 1 a 1. Ponchó a 16 bateadores y solo le dieron cuatro hits. Pero en el undécimo, salió por un bateador emergente. Entré lanzar por él y anotamos una en el duodécimo y al victoria fue para mi”.
“Cuatro días más tarde, pasó algo parecido contra los Piratas”, continúa. “Otra vez 1 a 1 en ocho innings. Volvió a salir por un bateador emergente en la parte alta del octavo. Entré por él y en el noveno hicimos cuatro. Sandy hizo todo el esfuerzo y yo fui el ganador. Por eso comenzó a llamarme “El Buitre”. Por recoger las sobras que dejaba”.
Aún sin esos dos encuentros sin decisión, Koufax concluyó dominando a la Nacional con 27 victorias, 1.73 de efectividad, 41 aperturas, 27 juegos completos, 323 entradas, 317 ponches y 5 blanqueos. Nunca faltó a su turno en la rotación y solo en cinco salidas no ganó ni perdió.
“Koufax es el pitcher de nuestro equipo particular”, le confesamos y Regan responde con un gesto afirmativo. “Para mí también es el mejor que he visto. Jugué con Frank Lary en los Tigres y con Ferguson Jenkins en los Cachorros. Vi a Gaylord Perry y a los mejores de las últimas generaciones. No hay comparación con Koufax”.
“Pero no solo es una superestrella”, agrega el manager de los Leones. “También es una gran persona. Un gran compañero. Te cuento una anécdota. En 1966 la cadena de televisión NBC le propuso hacer un programa antes de un juego. Le ofrecieron 10 mil dólares por estar solo veinte minutos delante de la cámara. Aceptó, solo si nos daban mil dólares a cada uno de los peloteros del equipo. El programa no se hizo”.
En esa misma campaña de 1966, mientras Koufax recibía el premio “Cy Young”, Regan alcanzaba el galardón como “Relevista del Año”. Trece de sus catorce triunfos fueron consecutivos, siete se produjeron en extrainnings, y en dos ocasiones ganó partidos en fechas seguidas. Su récord fue un  notable 14-1.
Entre los lanzadores del Caracas se percibe una íntima satisfacción por su presencia en el equipo. Es uno de ellos.
“Lo que haya sido cuando jugaba, no necesariamente tienen que ver con que si es bueno o no como manager”, dice Lugo, el as de los pitchers de los Leones. “Pero que haya sido pitcher como Phil, te da confianza. Nadie mejor que un lanzador para saber hasta lo que piensan los pitchers. Cuando sacarlos del juego. Cuando darle un bateador más. Cuando hablas con él, seguro que sabe de qué le estás hablando”.
Los desprevenidos podrán preguntarse, por qué el Escogido dejó ir a Regan si lo condujo a dos títulos seguidos en Dominicana. Una duda razonable. Pero debió apartarse para que Felipe Alou volviera a tomar el mando de los Leones. Alou, que casualmente aquí dirigió al Caracas a finales de los años 70, es un histórico de la franquicia. Primero como uno de sus peloteros más emblemáticos, y también como piloto.
“Recibí un buen trato de todo el mundo allá. Y en esas dos temporadas con Escogido, acumulé la experiencia que va ayudarme con el Caracas”, afirma Regan. “No tengo por qué vivir lo mismo. Hasta los peloteros son otros, la liga es otra, el país es otro. Pero espero que me ayude y mucho”.      
Antonio Armas se asomó a través de la puerta de la oficina de Regan y volvimos al presente.
-¿Qué hará cuando Antonio esté listo para jugar?, preguntamos para despedirnos
 -Lo pondré en la alineación”, respondió el manager del Caracas para el campeonato 1989-1990.-Será el cuarto bate.
“No sé cuántos equipos en el Caribe, tendrán dos bateadores como los que tenemos aquí. Tony Armas y Andrés Galarraga”, sonrió con agrado. “He tenido suerte. El año pasado en el Escogido, jugó para mí un chico que va a batear mucho. Se llama Sammy Sosa”. (*)

(*) La temporada 89-90 fue la primera de las dieciocho que pasó Phil Regan como manager en la liga venezolana hasta 2011. Además del Caracas, dirigió también a los Navegantes del Magallanes, los Cardenales de Lara, Pastora de los Llanos, Bravos de Margarita y Tiburones de La Guaira.

Comentarios

  1. y sencillamente te consigues esta joya de entrevista.... Humberto Acosta es un grande definitivamente

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