Control, más control (1996)
Compinche, hoy
estabas duro, le dice al oído, Oswaldo Guillén a Wilson Álvarez., luego de su
cuarta salida primaveral, ante los Yanquis de Nueva York aquí en Sarasota.
Había un dejo de broma
en el tono de Guillén. Pero también seriedad, porque minutos antes, el zurdo
había repartido nueve ponches en apenas cinco entradas. Seis de ellos con el
tercer strike cantado.
“Lo mejor no fueron
los ponches”, dijo sin embargo el as de la rotación de abridores de los Medias
Blancas de Chicago. “Lo mejor fue que no regalé bases por bolas. El descontrol
fue mi mayor problema el año pasado. Por eso estoy tan satisfecho con lo que acabo de hacer”.
En medio de su labor,
Álvarez aisló seis imparables y la única carrera de Nueva York fue sucia. Y
conste que los Yanquis disponían en su alineación del veterano Tim Raines, el
hábil dominicano Tony Fernández, y el prometedor novato panameño Rubén Rivera.
“El problema de mi
descontrol, no es tanto mecánico como mental”, explica Wilson, que en 1995 vio
cómo su registro personal caía a un decepcionante 8 victorias por 11 derrotas,
con 93 bases por bolas en 175 entradas. “A veces, el deseo de hacer las cosas
bien, me llevan a ponerle a la bola más de de lo que puedo. Entonces pierdo la
zona de strike. Voy a tratar de que eso pase lo menos posible”.
Jason Bare, otro de
los lanzadores abridores de los Medias Blancas, le presenta a Álvarez a su
padre, a su hermano menor y a su tío. Luego de las palabras de rigor, el
zuliano de 25 años de edad trata de hallarle una explicación sensata a una
contradicción que no lo deja dormir tranquilo. ¿Si los bateadores contrarios
solo consiguieron ante sus envíos un escaso promedio ofensivo de .220 puntos, por
qué su balance durante la segunda mitad de la temporada pasada fue negativo?
“Bueno, a veces uno
también necesita más ofensiva de parte de su equipo”, sonríe para minimizar el
reclamo a de sus compañeros. “Por ejemplo, hoy mejor no pude hacerlo.
Pero a veces te dan un hit con un buen lanzamiento. Como la mayoría de los que
pegaron hoy los Yanquis. Pero son hits y pueden terminar convertidos en una
carrera”.
Los nueve abanicados
tuvieron un punto en común: el tercer strike siempre llegó con una bola rápida.
“El mejor lanzamiento
que existe es la recta adentro”, sostiene Wilson. “Y por tratar de lanzar
adentro, he tenido algunos problemas. En Venezuela siempre lanzó así. Pero las
grandes ligas es otra cosa. Los bateadores han aprendido a esperar esa bola
rápida. Se han preparado. Aquí pueden darle a la mejor recta pegada que existe.
Es cuando he pasado por malos momentos”.
Ed Farmer,
comentarista del circuito radial de los Medias Blancas, y quien lanzó para
nueve equipos diferentes durante once años en las ligas mayores, se acerca para
felicitar a Álvarez.
-¿No te sentiste mejor
que la última vez?, pregunta el otrora refuerzo de los Tigres de Aragua en la
liga venezolana. –Hoy no abriste el hombro izquierdo. Los lanzamientos, además
de estar en la zona de strike, fueron más potentes.
“Ese fue el hombre que
me trajo a las grandes ligas”, dice Álvarez de Farmer. “En 1991, cuando yo
estaba en Birmingham, Farmer era scout y le dijo a los Medias Blancas que me
subieran. En esse momento tenía récord de 10-6 en Doble A. En mi primera salida
lancé el no hit no run contra los Orioles de Baltimore”, recuerda su joya del
11 de agosto de aquel año.
En las tres aperturas
previas a su salida de hoy frente a los Yanquis, Álvarez mostraba una elevada
efectividad de 6.00 en nueve actos, con 11 ponches y seis boletos. Sin embargo,
será el segundo abridor de la rotación que también cuenta con Alex Fernández,
Kirk McCaskill y Kevin Tapani.
“Me siento muy bien”,
asegura el pitcher que en Venezuela pertenece a las Águilas del Zulia. “Ya los
problemas en el brazo han desaparecido.Lanzar con las Águilas me permitió
llegar en las mejores condiciones posibles. De hecho, cuando llegué ya estaba
listo para lanzar. Pero pasé todo un mes lanzando en el bullpen y mi estado
físico retrocedió. Pero ya estoy recuperado y he vuelto a lanzar con la fuerza
de siempre. Como hoy”.
Antes de partir hacia
el vestidor, a bañarse y marcharse a casa, Álvarez bajó de la lomita y fue
directamente a uno de los campos adyacentes el estadio del complejo primaveral
del Chicago, donde lo esperaba el coach Rolando De Armas. Practicaría la
captura de eventuales rodados en su dirección. Con un corredor en la primera
base, en segunda y tercera, con las bases llenas y con las bases limpias.
Durante quince minutos recogió unos veinte batazos a sus manos.
“No, no es que tenga
problemas con ese tipo de batazos”, advierte. “Es parte de la rutina del
entrenamiento. Cada vez que el abridor del juego sale, tiene que venir para acá
con De Armas. Mira, soy un trabajador. Me gusta cumplir con todo lo que tengo
que hacer. Todos los días llegó a las ocho de la mañana, y a las 10, cuando hay
que estar en el terreno, ya he cumplido desde hace rato con mis ejercicios”.
Cuatro de los seis
outs que consiguió Wilson frente a los Yanquis sin necesidad de recurrir a los
abanicados, se produjeron con elevados, igualmente provocados con envíos
rápidos.
“Además de la recta y de la curva, estoy
perfeccionando un cambio de velocidad”, cuenta. “Es lo único nuevo en mi
repertorio. El cambio es un lanzamiento ideal para tirarlo en cuenta de una
bola sin strikes, en dos bolas y un strike. Pero especialmente en 3 y 2. Eso
sí, hay que controlarlo, porque se usa cuando el bateador espera una recta”.
Después de su estreno
en las grandes ligas en 1989 con los Rangers de Texas, a partir de la campaña
de 1991, Álvarez presenta balances de 3-2, 5-3, 15-8, 12-8 y 8-11.
“Lo único que quiero
es romper mi marca de juegos ganados”, confiesa. “Si ganó 16 juegos estaré
satisfecho. Y por supuesto, si bajo el número de bases por bolas”.
La cadena de quince
triunfos consecutivos que eslabonó entre el 24 de agosto de 1993 y el 27 de
mayo de 1994, conforman la racha más prolongada para un pitcher de los Medias
Blancas desde 1970, idéntica a la de Lamarr Hoyt. En un ámbito más doméstico, procurará
en 1996 convertirse en el pitcher venezolano con más victorias en las mayores.
El tope está en poder de Luis Leal con 51 triunfos.
“Cuando llegó aquí, ya
tenía todo el potencial y el material necesario para triunfar en las grandes
ligas. Pero no lo sabía”, rememora Farmer, que ve en Wilson a su hijo putativo.
“Con los coaches, con la experiencia, con lo que conoció de la liga, aprendió a
lanzar como realmente podía hacerlo. Va a ser capaz de ganar veinte juegos
varias veces, y también va a obtener uin premio Cy Young”.
Utilizando como
referencia el de Guillén, el casillero de Álvarez se halla en el otro extremo
del vestuario. Se encuentra entre lanzadores. Junto al de él está el puesto de
Bere, el del relevista Roberto Hernández y el del novato Luis Andújar. Un
venezolano, un estadounidense, un puertorriqueño y un dominicano que hacen del
rincón una sucursal de las Naciones Unidas.
“No, no me importa no
ser el primer abridor”, dice Wilson del lugar que ocupa Fernández, lanzador de
origen cubano. “Hasta preferiría ser el tercero. Por lo menos durante el primer
mes de la temporada, el número uno siempre estará enfrentado al número uno del
otro equipo. Eso disminuye la posibilidad de ganar. Después cambian las cosas.
El año pasado me tocó abrir tres veces contra Randy Johnson”.
Álvarez tuvo récord de
0 y 3 ante los Marineros de Seattle, el conjunto del temible Johnson, quien fue
elegido “Cy Young” de la Liga Americana
en 1995.
En la fila de enfrente
del vestidor, se encontraba Frank Thomas respondiendo las preguntas que hacía
un joven reportero de una estación de televisión de Chicago. Entre sus
compañeros, Thomas ostenta la marca de más entrevistas solicitadas. Un homenaje
mediático a quien es considerado como la quintaesencia del bateo en las ligas
mayores.
“Solo le tiraría
rectas adentro”, responde Wilson al indagar acerca de cómo le lanzaría en una hipotética confrontación al toletero derecho, Más Valioso de la Americana en dos de las
tres temporadas anteriores. “Solo eso y en cualquier situación. Es un bateador
a quien los árbitros respetan y eso es una gran ventaja para él. Si Thomas deja
pasar un lanzamiento, el árbitro estará propenso a cantar bola porque es
Thomas. Entonces cuando el pitcher intenta lanzar más acá, viene el batazo”.
En realidad, no tiene
sentido que Álvarez se preocupe por una situación hipotética. Su única
preocupación en todo caso, es que Frank Thomas produzca como él solo sabe
hacerlo, cada vez que esté sobre el montículo.
Ah, pero Wilson
Álvarez también cuenta con su séquito de admiradores. En el estacionamiento
reservado para los automóviles de los
peloteros del conjunto, vio pasar algo más de veinte minutos para poder
sentarse frente al volante. En su mayoría eran jóvenes ansiosos por su firma.
Finalmente encendió el plateado Mercedes Benz de dos puertas y se esfumó como
por arte de magia.
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