¿Quién es ese? (1984)
Fiel a la costumbre
heredada de Rodolfo José Mauriello, el martes llegué temprano al estadio
Universitario. Tal vez demasiado temprano. Eran las dos de la tarde cuando el
automóvil de El Nacional me dejó en el estacionamiento del parque. Esa noche
jugarían Caracas y Magallanes por vez primera en la campaña, una excusa
formidable para justificar el madrugonazo. Pero aún así. A esa hora, buena
aparte de los peloteros todavía está por llegar.
Pasé por el vestuario
de los Leones a saludar y a tomar café con Jacinto Betancourt, quien vive allí
durante la temporada, y al salir al terreno percibí una inusual aglomeración de
gente por los lados de la tercera base. El manager Buck Rodgers, Oscar Prieto,
el coach Pompeyo Davalillo y el preparador físico Rafael Noriega, seguían con
atención a un adolescente que en el campocorto recibía los rodados de los más
variados calibres, que desde el home le servía Antonio Torres. El joven con el
uniforme del Caracas los recogía todos. Los que Torres enviaba a su izquierda y
a su derecha. Los que conectaba de frente a él. Los que metía en el hueco
detrás de la antesala. Los lentos para obligarlo a ir a toda velocidad hacia adelante
para ir en busca de la pelota. Asimismo los que iban por el aire, simulando un
incómodo globo hacia la raya de foul.Todos.
Por un momento me
embargó cierta duda. El tiempo no puede haber pasado a tanta velocidad, pensé
mientras también observaba al muchacho, distanciado del grupo. No debe ser. Tal
vez se trata del hijo de un amigo de los dueños del equipo, encaprichado en
lucir tan solo por unos minutos, el uniforme del Caracas. Aunque la franela no
parecía haber salido de emergencia del depósito del “Loro” Betancourt. Le
quedaba a la medida con una señal inequívoca de pertenencia definitiva: el
número 4 resplandecía en su espalda.
-¿Quién llevaba el 4
en el Caracas?, traté de recordar inútilmente.
-Sí, es Omar Vizquel,
comenzó Prieto a despejar la incógnita.
-¿Aquel que fue el
shortstop de Venezuela en el Campeonato Mundial Infantil, de hace siete años
aquí en el Universitario?
-El mismo, confirmó el
gerente general de los Leones.
Cómo pódía olvidarlo.
En 1977 era el pasante en la redacción deportiva de El Nacional, y Heberto
Castro Pimentel me encomendó seguir cubrir el Mundial para el periódico. Un
reto, nada mal para un estudiante de cuarto año de Periodismo. Entretanto,
Vizquel era también el primer bate de aquella selección que abarrotó la tribuna
techada camino al título. A esa edad y en esa categoría no es sencillo
determinar quién tiene o no habilidades para algún día jugar pelota
profesional, pero era obvio que Vizquel era el más despierto de todos.
“Todos jugamos bien,
pero hubiese querido conectar más hits”, dijo desde sus 10 años luego de
derrotar a Estados Unidos para asegurar el campeonato. “Sin embargo, estoy
feliz”.
Igualmente dichoso se
apreciaba al terminar la sesión de batazos ofrecida por “El Loco” Torres,
reconocido como el supremo proveedor de conexiones, durante una práctica a los
defensores del cuadro.
“En ese momento no
pensaba que algún día podía estar junto a los grandes”, respondió jadeante Omar,
tratando de precisar detalles de la gesta. “Por la edad uno no puede ver el
futuro con tanta seguridad. Más bien lo que hice fue disfrutar con mis
compañeros del triunfo. Ganar un Mundial delante de tanta gente. Pero ya eso
quedó atrás. Como lo que es, un momento inolvidable. Ahora tengo que empezar de
nuevo”.
Vizquel acaba de
llegar de la Liga Pionner
a donde fue asignado después de firmar el pasado mes de abril, su segundo contrato
profesional con la organización de los Marineros de Seattle a través del scout
cubano Orlando “Marty” Martínez. El primero lo consiguió con el Caracas.
“Seattle no quería
firmarlo”, contó Prieto. “Marty Martínez decía que era muy pequeño. Que no iba
a poder con los pitchers de las grandes ligas. Que más bien parecía un jockey.
Que lo llevara para el hipódromo. Finalmente lo convencimos. Por lo que acabo
de ver, ya parece estar listo para jugar aquí. Pero esa decisión la tomará el
manager”.
En la Pionner , Vizquel consumió
45 turnos al bate y acumuló 14 imparables para un promedio de .311. En los
próximos entrenamientos primaverales, Seattle decidirá a qué categoría lo
enviará para la temporada de 1985.
“Todavía juego en el
campocorto. Esa ha sido mi posición toda la vida y espero continuar en ella”,
advierte Vizquel. “Sin embargo, en lo absoluto me preocupo por no jugar. Al
menos aquí con el Caracas. Eso en este momento es imposible. Cómo podría jugar
por encima de Héctor Rincones y de Pedro Chávez. Hay que respetarlos. Como se
dice, ellos son los caballos. Por ahora solo trato de fortalecerme para cuando
deba viajar otra vez a Estados Unidos el año que viene”.
Al igual que Prieto,
el manager Rodgers estaba satisfecho con lo apreciado en la primera
presentación oficial de Vizquel con el equipo. Si los tiene, prefiere guardarse
los elogios. Al menos públicamente.
“Hoy el tamaño puede
ser un obstáculo para cualquiera, pero no insalvable”, explica el piloto de los
Leones. “El tiempo dirá qué podrá hacer si llega a las grandes ligas, y qué
deberá mejorar en el camino para poder llegar. De eso se encargará la
organización para la que firmó. Y de él mismo, claro está. Cuando yo jugaba, el
mejor campocorto era Luis Aparicio. Un pelotero de baja estatura. Pero se ayudó
mucho con el contacto que hacía con su bate y la velocidad de sus piernas”,
recalcó Rodgers, un antiguo catcher que estuvo en las ligas mayores entre 1961
y 1969.
Vizquel no huyó al
tema de su tamaño. Desde el suelo, mide poco más de un metro con setenta
centímetros.
“Pompeyo es más
pequeño que yo y llegó a las grandes ligas. Por qué no puedo hacerlo yo”, se
pregunta el torpedero que nació en Caracas el 24 de abril de 1967. “La verdad
que lo de mi tamaño no me preocupa para nada. En el béisbol el tamaño se mide
por las condiciones y no por la estatura del pelotero. En este juego, además de
tener condiciones, hay que ser inteligente. Eso es lo que distingue a los
grandes jugadores”.
“El manager es el que
manda, pero por lo que acabamos de ver, parece estar preparado para jugar en
esta liga”, coincide Davalillo con Prieto. Su estatura de un metro y 68 centímetros , convirtió
a Davalillo en el pelotero más pequeño de las grandes ligas en 1953, cuando
tomó parte en diciecinueve juegos como campocorto de los Senadores de
Washington. “Yo lo pondría a jugar. Aparte de las manos y el brazo que tiene,
posee una seguridad en él mismo que muchos veteranos quisieran tener”.
Precisamente es
Davalillo quien lo llama. El coach coloca el brazo sobre los hombros del
campocorto y lo lleva aparte.
-Tienes que usar un
guante todavía más pequeño que este, dice probablemente el más experimentado de
los observadores vespertinos. –Tienes un buen brazo, pero no tan fuerte como el
de Concepción. Por eso usa un guante de tamaño normal. Concepción sabe que el
corredor no va a llegar antes que su tiro. Tú tienes que sacar la pelota más
rápido del guante. Tienes unas manos seguras y rápidas. Pero con un guante más
pequeño, serán todavía más rápidas. ¿Entiendes?
En 1977, el paradigma
del shortstop ideal para las grandes ligas era David Concepción. Ya entonces
tenía en su haber tres de los cinco “Guantes de Oro” que ganaría durante toda
su carrera, y desde su posición tuvo una influencia decisiva en los cuatro
banderines que los Rojos de Cincinnati alcanzaron en la Liga Nacional
durante la década de los 70. Un Concepción
en miniatura, decían los asistentes al Mundial Infantil, cada vez que
Vizquel atrapaba un rolling en el campocorto de Venezuela, con una elegancia
inusual en un pelotero de su edad.
“En ese momento no
había decidido ser profesional. Me gustaba
jugar pero apenas era un niño como para pensar seriamente en eso”,
cuenta el mayor de tres hermanos, que
antes de terminar el bachillerato y de preinscribirse en tres carreras
universitarias, tomó la decisión de firmar. “Ya la decisión estaba tomada. Me
preinscribí porque no tenía la seguridad de que me firmarían. Fue una decisión
que tomé después de hablar con mis padres. Me apoyaron y siempre se los
agradeceré. Mi papá me dejó escoger. Nunca influyó en mi decisión. Estoy
orgulloso de él”.
La lluvia amenazaba
con caer en cualquier momento, péro Vizquel y el resto de los peloteros del
Caracas se extendieron sobre la grama del jardín izquierdo para cumplir con la
jornada de estiramiento muscular, previa a la práctica de bateo, y dirigida por
Noriega. Entre sus nuevos compañeros está el toletero zurdo Gonzalo Márquez,
que puede ser su padre. También el jardinero Nelson García, en su temporada
diecisiete. La misma cantidad de años que tiene Omar. Se acomodó al lado de
Pablo Moncerrat, otro novato y primera base de los Leones que también firmó
este año con los Marineros.
-¡Enaanoo!, escuchó a
su espalda.
Vizquel no podía
fingir no haber escuchado el grito anónimo. El silencio que en ese instante
inunda el parque no se lo impedía. Volteó hacia atrás instintivamente y solo
vio caras y risas de complicidad. Sonrió condescendiente. Bienvenido al
Caracas, pensó tal vez.
“A su edad todavía va
a crecer un poco más”, asegura Noriega, profesor de educación física egresado
del Instituto Pedagógico de Caracas. “Con los ejercicios va a echar más cuerpo
y se va a fortalecer. Eso lo ayudará. Me recuerda a Enzo Hernández. Tampoco era
muy alto. Más bien pequeño. Por eso decían que era igualito a Luis Aparicio. Pero
desarrolló una masa muscular que le permitió jugar mucho tiempo”, recordó al
shortstop de los Tiburones de La
Guaira y los Padres de San Diego en las grandes ligas durante
la década pasada.
A pesar de lo
escuchado durante toda la tarde, al acercarme a la pared en el dugout donde
Rodgers coloca la tarjeta con la alineación del juego, tuve la inocente ilusión
de ver el nombre de Omar Vizquel en el campocorto. Quería ser testigo de
excepción de su estreno en el béisbol profesional venezolano.Vano anhelo. En el
shortstop se hallaba Pedro Chávez. Sin embargo, seguí con los dedos cruzados
para ver si aparecía durante el encuentro. Nada.
Irremediablemente
llegó la lluvia, pero el Caracas tomó ventaja de 1 a 0 en el primer episodio
gracias a un wildpitch de Charles Kerfeld. El abridor del Magallanes se
recuperó para no permitir más anotaciones en los siguientes ocho actos.
Entretanto, un jonrón de dos carreras de Alfredo Torres en la primera mitad del
segundo, abrió las compuertas. Los Navegantes se impusieron 6 a 1 y el Caracas sufrió su
tercer descalabro consecutivo y el cuarto en los primeros cinco encuentros del
campeonato.
Si hubo una posibilidad de que Vizquel debutara
esa noche del 30 de octubre fue en el séptimo inning cuando Edgar Cáceres salió
lastimado durante un lance defensivo. Solo que Rodgers pasó a Chávez a la
segunda base y llamó a Rincones para que defendiera el campocorto.
Solo tuve un consuelo.
Por extraño que parezca, ningún otro periódico se percató de la presencia de
Vizquel. Ni siquiera cuando le sugerí a Miguel Grillo que le tomara una foto
con la mayor discreción posible. El tubazo lo verifiqué al siguiente día. La
historia la titulé, “Omar Vizquel no le teme a nada”. La acompañé con la
gráfica que Grillo le tomó al borde de la cueva del Caracas. “Omar Vizquel del
Mundial a los Leones”, escribí en la leyenda..
-Mauriello tiene
razón, pensé en tanto leía la nota una vez más. -Sí, llegar temprano al estadio
paga dividendos. Altos dividendos.
Sr. Humberto, creo que está está crónica sobre Vizquel que data del 1984, ya Ud la había compartido en este blog de sus anécdotas.
ResponderEliminarSaludos, g¡
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente!
ResponderEliminar