Mi primera visita al estadio Universitario


 Mi primera visita al estadio Universitario

Desde el momento en que Manuel Acosta me hizo el tan esperado anuncio, no había vuelto a dormir en paz. Los días se hicieron más largos y las horas transcurrían con una lentitud excesiva. Exasperante para un niño de 11 años de edad que aún carecía de la referencia temporal que al mundo adulto ofrecen el día y la noche. Viéndolo bien, mejor que haya sido así. La ansiedad es para los mayores. Solo que aquel anuncio era capaz de perturbar a alguien que esperaba escucharlo desde hacía tanto tiempo.

“El sábado vamos para el juego”, dijo Manuel Acosta el lunes anterior, mientras se despedía para ir al trabajo. Lo mencionó con el mismo tono neutral que empleaba para avisar de un paseo más a Los Próceres, o a los espacios de la Universidad Central. Así es él, pero para mí, ese “el sábado vamos para el juego”, era todo un acontecimiento con matices de grandeza inconmensurable. Ni más ni menos significaba, que finalmente conocería el estadio Universitario, y en persona a unos de sus inquilinos más consuetudinarios, los Leones del Caracas. A Pompeyo y Víctor Davalillo, a César Tovar, a quienes solo conocía a través de la voz de Delio Amado León en las transmisiones de los juegos por la radio. Sabría cómo eran. Tan grandes como los imaginaba. Cómo serían sus uniformes. De qué color.

El sábado salí de la cama más temprano de lo acostumbrado. Era el 28 de octubre de 1961, y en las páginas deportivas de El Nacional que Manuel Acosta tenía en sus manos, supe que el Caracas jugaba contra el Pampero. El juego comenzaba a las dos de la tarde. 

También supe que se correría el Clásico Simón Bolívar en el hipódromo La Rinconada. Me envolvió un conflicto de interés. Entonces las carreras de caballos me apasionaban. Tanto o más que el beisbol. Conocía al dedillo a sus protagonistas. A los caballos, los jinetes, a los preparadores. Sus fotos, recortadas de los diarios y las revistas especializadas, las guardaba en un álbum con un celo y un cuidado exagerado. Para complicar mi existencia, mis admirados Klick, Albatros y Pensilvania, estaban entre los ejemplares que disputarían la más importante de todas las carreras. ¿Cómo podía dejar de verlo por la televisión? Pero la incertidumbre fue breve. Opté por ir al estadio con Manuel Acosta que nunca supo del dilema en que me hallaba. Cómo perder la oportunidad que se me presentaba.

Salimos del edificio Arrate poco después del mediodía. Abordamos el carrito de la ruta Cementerio-Carmelitas en la avenida Roosevelt, y en menos de quince minutos, estábamos frente a la taquilla en la zona de las gradas. Expectante, emocionado yo, y casi en carrera, entramos por la abertura que desemboca en el jardín izquierdo. Quedé paralizado ante la verde inmensidad que se abría ante mí. Ante aquella grama perfecta, y donde ya los peloteros corrían de un lugar a otro. 

A Manuel Acosta le gusta el beisbol, pero más el fútbol. A mediados de año en tres o cuatro ocasiones me llevó al estadio Olímpico para presenciar los encuentros del Deportivo Italia, el Galicia, el Deportivo Portugués, el Canarias, equipos de la Liga Profesional de Fútbol. Los seguía con distante interés, y cada vez que podía, ascendía hasta los últimos escalones a ver si conseguía atisbar algo del Universitario. Era inútil. Las dos estructuras se hallan a la misma altura. Sin embargo, ya no hacía falta. Ha pasado más de medio siglo, y todavía me conmueve esa visión de mi arribo bautismal al parque de beisbol de la UCV.

El Caracas saltó al terreno con Carl Greene como pitcher abridor, secundado por César Tovar en la segunda base, Pompeyo Davalillo en la tercera almohadilla, el cubano Patricio Quintana en el campocorto, el cubano José Azcue en la receptoría, Víctor Davalillo en el bosque izquierdo, Fernando Basante en la primera base, Jess Queen en el bosque central, y Darío Rubinstein en el jardín derecho. Y con el uniforme blanco con rayas verticales negras que siempre los ha distinguido. 

Con su uniforme gris y trazos rojos, Manuel González comenzó por el Pampero, y detrás el manager José Antonio Casanova colocó a Elio Chacón en el jardín central, Dámaso Blanco en el campocorto, Charles Buheller como cátcher, Pastor Romero en el jardín derecho, Guillermo Romero en la antesala, José Ramón Ocanto en la inicial, Dionisio Acosta en el bosque izquierdo y Manuel Carrasquel en la segunda base.

No tardé mucho en percatarme de la “dificultad” que envuelve seguir la acción desde las gradas. Tan distanciadas de donde se halla el principio de la acción. Del cuadro interior donde están las bases y donde el pitcher inicia toda la acción. Sin embargo, mi atención sí que tuvo un punto de interés, para un novato como yo.  A mis pies, a solo unos metros, se encontraba Víctor Davalillo como custodio del bosque izquierdo. Tan cerca y tan lejos. Pero qué importaba luego de tantas horas fantaseando sobre cómo era en realidad. 

No nos habíamos terminado de sentar, cuando un batazo de Pastor Romero salió de su bate en nuestra dirección. Quedé paralizado, mientras Manuel Acosta se procuró el mejor lugar para intentar agarrar la pelota. No pudo. Cayó delante de nosotros antes de rebotar hacia los escalones donde se hallaban otros aficionados. Fue el primer jonrón presencial del que tendría memoria. Pampero 2 Caracas 0.

En la baja del segundo, el Caracas anotó cuatro veces gracias a un jonrón solitario de Queen, un doble de dos rayita de Tovar y un sencillo impulsor de Víctor Davalillo, que de paso expulsó de la lomita a González. Entretanto, y sin un dominio manifiesto, Greene controlaba la ofensiva del Pampero. Con sencillos consecutivos de Acosta, Carrasquel y el emergente Gilberto Serrano permitió la tercera anotación en el cuarto, y una más en el séptimo enviada al plato con un sencillo de Buheller luego de un boleto y un robo de Chacón.

Pese a disponer de una ventaja de tres carreras, Greene salió para el noveno. Sin embargo, al comenzar con pasaporte a Chacón, el manager cubano Regino Otero salió hacia la lomita, entretanto señalaba al bullpen de la izquierda, muy cerca del lugar que ocupábamos y donde calentaba  Ramón Castellanos, quien llegó para eliminar a los tres siguientes bateadores y asegurar la victoria del Caracas, 7 a 4. Ganó Greene y perdió González.

Aunque no éramos muchos, Manuel Acosta esperó para que fuésemos los últimos en abandonar el estadio. Al menos esa parte que daba justamente a la avenida por donde pasaban los carritos hacia el Prado de María. No soy dado a exhibir mis emociones, pero estaba contento con todo lo vivido en esas tres horas inolvidables. En ese punto me parezco mucho a Manuel Acosta, y sentados junto al chofer en el asiento de adelante, en silencio hicimos el breve recorrido. Como era de esperarse, fue la primera experiencia de lo que en poco tiempo se convertiría en un hecho cotidiano. Lo que no podía imaginar en ese instante es que sería una cotidianidad que se extendería por el resto de mi vida.  

Al llegar a la casa, supe que el Simón Bolívar tuvo un final dramático. En la raya y por media cabeza, Prenupcial le había ganado a Klick. Qué decepción. Perder en la meta. Sin embargo, tuve un consuelo. Prenupcial había sido conducido por Gustavo Ávila, nuestro jinete predilecto. Por venezolano y por notable. Pero no me arrepentí de la escogencia. Y como no había caído la noche, salí al patio del Arrate para contar en detalle a mis vecinos, supongo que a Víctor Ruido, Abraham Ostos o Luis Guerra, lo que había sido mi primera visita al estadio Universitario. Inolvidable como toda primera vez.

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Excelente crónica Lcdo Humberto, soy fiel seguidor de su trabajo escrito, así como en radio con el circuito de Leones que escucho desde tantos años y en TV. Dios le bendiga, soy comunicador de Maturín, Estado Monagas y tomo sus enseñanzas como lo hizo en su ponencia sobre la Cronica Deportiva en el I Seminario Internacional de Periodismo Deportivo hace algunos dias, también como referencia en cada uno de sus trabajos. Lo considero un maestro porque me gusta seguir y tomar sus excelentes y extraordinarias practicas en el periodismo deportivo. Saludos y un gran abrazo Maestro Humberto Acosta.

    Jesus Enrique Longar León
    Programa Encuentro Deportivo / Monagas 93.5 La Gran FM
    jesuslongar@gmail.com
    Twitter e IG: @jesuslongar

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿QUÉ ES UN PROSPECTO DE GRANDES LIGAS?

El primer idolo

Bonds y el Magallanes (1993)