Miguel Cabrera versus los Inmortales


LA NOCHE del 9 de agosto de 2013 en el Yankee Stadium de Nueva York, el panameño Mariano Rivera cerró tras de sí la reja acolchada del bullpen en los confines del jardín derecho. Era el noveno inning, y como era habitual desde 1995, salió para proteger una ventaja de dos carreras que los Yanquis tenían sobre los Tigres. Rivera vivía un buen momento, Como había sido durante su extensa carrera de diecinueve años en las grandes ligas. Había salvado el juego para su equipo en nueve de sus doce salidas anteriores, camino a un total de 44 en su anunciada temporada de despedida y pese a sus 43 años de edad. 

Rivera dominó a Don Kelly con un elevado al jardín central para el primer out, pero Austin Jackson dio un doble por la misma zona. Consiguió eliminar a Tori Hunter con un rodado a sus manos sin que Jackson pudiese avanzar hasta la antesala y quedó listo para enfrentar a Miguel Cabrera. Rivera siempre fue un pitcher previsible. Bueno, previsible hasta cierto punto como lo indican sus números. Su repertorio consta de dos envíos, recta normal y recta cortada. Solo que se trata de lanzamientos considerablemente por encima del promedio de la liga, que para ser más letales, los bateadores no volverán a ver en el resto del encuentro. Así pierden la oportunidad de ajustar el swing para intentar descifrarlo.en una próxima ocasión que nunca llegará, al menos ese mismo día. Reporte que Cabrera conocía al detalle.
Con los cuatro primeros lanzamientos, el toletero derecho de Detroit colocó la cuenta en dos bolas y dos strikes. Los dos siguientes envíos terminaron en el mismo lugar, parte baja de la zona de strike. Rectas cortadas que Cabrera tropezó para convertir en foul y continuar con vida. Entonces Rivera decidió apelar a la recta tradicional y Cabrera resolvió al menos hacer nuevamente contacto. La bola salió hacia lo más profundo del jardín central antes desaparecer del campo para un jonrón. Yanquis 3 Tigres 3.
La historia volvió a repetirse dos dias después. Esa tarde del 11 de agosto, Rivera volvió a abandonar el bullpen en la apertura del noveno inning. Ahora para mantener una ventaja de apenas una carrera sobre los Tigres, con Cabrera como primer bateador. La estrategia del cerrador de los Yanquis fue la misma exhibida en el encuentro del viernes ante el venezolano. La cuenta ascendió a dos y dos con los cuatro primeros lanzamientos,aunque esta vez recurrió a una sutil alteración.Trató de colocar la recta tan solo unos centímetros más allá de la esquina de afuera, con la intención de que Cabrera buscara halar la bola en la creencia de que estaría en el medio del plato. Sin embargo, no cayó en la trampa. Tampoco en la tentación de batear hacia su banda, consciente de la potencia del pitcheo. De nuevo buscó el contacto para al menos proseguir con una oportunidad. La pelota dejó el parque por el bosque derecho. Tigres 4 Yanquis 3.
La trascendencia de lo sucedido estuvo en que el pitcher con más rescates en la historia de las ligas mayores de 1995 a 2013, había desperdiciado en dos salidas consecutivas, opciones de salvar el juego. Por cuadrangulares y frente al mismo bateador. Un hecho inusual, y un cuento que muy pocos bateadores, por no decir ninguno, tendrían para relatar a sus hijos y nietos.

RIVERA es uno de los ocho lanzadores que están en el Salón de la Fama de las Grandes Ligas, a quien Cabrera debió enfrentar en sus trayecto de sus primeras dieciocho campañas a partir de 2003. En ese ya largo recorrido que aún no se detiene, además de Rivera sostuvo duelos con Tom Glavine, Greg Maddux, John Smoltz, con el dominicano Pedro Martínez, con Roy Halladay, Randy Johnson y Mike Mussina. Nos hemos tomado la licencia de incluir a un noveno contrincante que desde hace tiempo debería estar en el santuario de Cooperstown, Roger Clemens. Que no lo está por circunstancuas que no vienen al caso en este momento.Otro hecho digno de ser considerado, es que con la sola excepción de Mussina, todos ingresaron al pabellón en su primera oportunidad ante el jurado elector.
Han sido confrontaciones con altas y bajas, victorias y derrotas para ambas partes. No podía ser de otra manera. De un lado, una escuadra con logros que evidencian sin el menor asomo de duda el porqué merecieron la inmortalidad. El otro, el bateador más distinguido de su generación junto con el dominicano Albert Pujos, como queda demostrado con los 487 jonrones, las 1729 empujadas y el promedio en bateo de .313 puntos, exhibidos hasta la última campaña. Sin olvidar sus cuatro títulos de bateo, sus dos topes de cuadrangulares, sus doce temporadas con 100 remolcadas o más, su triple corona ofensiva en 2012, y sus averages vitalicios de .313, 32 cuadrangulares y 114 impulsadas en sus dieciocho años de servicio en las grandes ligas.

DE LOS OCHO miembros de la hermandad, el zurdo Glavine fue con quien Cabrera tropezó en más oportunidades, 42 turnos al bate. Un ganador de 305 encuentros entre 1987 y 2008, Glavine vivió de la esquina de afuera del home con la ayuda de una recta promedio, mezclada con curvas y sliders. Parecía el tipo de pitcher al que Cabrera podía sacarle provecho. Le conectó 12 imparables, entre ellos cuatro dobles y dos jonrones para un promedio de .300 puntos También le extrajo seis boletos, una cantidad significativa al estimar que el otro recurso importante de Glavine era el control.

EN SUS 23 temporadas, Maddux alcanzó 355 triunfos, cantidad suprema del grupo. Frente a Greg, Cabrera debió batallar con una variedad de envíos: recta, slider, recta cortada, sinker, curva, recta de dedos separados y cambio de velocidad. En 22 turnos consiguió ocho imparables, 4 dobles y un cuadrangular para un robusto promedio de .369. Pero aparte de su arsenal, el arma principal de Maddux fue un excelso y mítico control que le permitía soltar cambios en conteos adversos de tres bolas y un strike. En 5008 innings apenas regaló 999 transferencias. Y aquí aparece una victoria moral para Cabrera. Pudo conseguir tres boletos, cifra considerablemente elevada si se observa a través del número de turnos al bate consumidos.

EN CAMBIO, Smoltz constituyó un verdadero dolor de cabeza para Cabrera. Apreciado como el mejor dotado del afamado trío de abridores que igualmente conformaban Glavine y Maddux con los Bravos de Atlanta, al contrario de ellos era un pitcher de poder. Smoltz logró 213 victorias entre 1986 y 2008, y en ese lapso Cabrera lo enfrentó en 22 ocasiones. para comprobar cómo fue que repartió 3084 ponches en 3473 entradas. En cinco campañas superó los 200 abanicados, número que sus dos compañeros alcanzaron una vez, Maddux con 209 en 1992. Smoltz tuvo otra distinción: asimismo fue relevista y agregó a su récord 154 salvados, combinación de triunfos y rescates que muy pocos pitchers tienen en las mayores. Cabrera pudo darle siete hits con un tubey y un cuadrangular. A cambio recibió 10 ponches mientras su average se detenía en .212.

ESTIMADA LA REPUTACIÓN de Martínez desde sus 219 victorias y sus cinco títulos de efectividad en dieciocho campañas entre 1992 y 2009, Cabrera debe evocar su actuación con un dejo de orgullo. Con su estatura de un metro y 80 centímetros y 77 kilogramos de peso, todavía es un misterio cómo la variedad y el peso de sus rectas, con el cambio y la slider, alcanzaban tal nivel de potencia y efectividad. Aún así, Cabrera logró en medio de sus seis imparables en 16 turnos, dos dobles para un promedio de .375. Pero también sufrió cinco abanicados y consiguió un pasaporte. Sin olvidar que Martínez almacenó en su cuenta 3154 ponches en 2827 entradas.

LOS DUELOS con Halladay fueron muy escasos. Cabrera lo encaró en solo cinco ocasiones. Suficientes para comprobar porqué obtuvo 203 triunfos en dieciseis temporadas cumplidas entre 1998 y 2013, con 2117 abanicados en 2749 episodios. Apenas un imparable pudo ligar Cabrera para un average de .200 puntos. Halladay lo abanicó en una oportunidad y le concedió una base por bolas.

APARTE DE LOS turnos ya descritos que concluyeron en jonrones, Cabrera sostuvo con Rivera otras cinco confrontaciones, una en el marco de la Serie Mundial de 2003. El relevista cuyos 652 salvados es el número más prominente de todos los tiempos en las ligas mayores, no le dio más concesiones. En la campaña regular, el promedio de Cabrera fue de .333, de 6-2. En el clásico de octubre concluyó de 1-0 con un ponche.

ANTE EL ZURDO Johnson, el resultado fueron unas tablas loables al evocar al personaje. Y por supuesto, sin subestimar a Cabrera. Johnson ganó 303 encuentros de 1988 a 2009, pero todo eso palidece ante su innata capacidad de guillotinar bateadores con su maléfica slider y su bola rápida, constantemente en los límites de las 100 millas por hora, Daño expresado en sus 4875 ponches en 4135 actos, abanicados solo superados por los 5714 de Nolan Ryan. Apreciado así, Cabrera recibió cuatro ponches en una docena de ocasiones, aunque igualmente le conectó cuatro imparables, dos tubeyes, para un satisfactorio promedio de .333.

EL CICLO de los inmortales se cierra con Mussina. Cabrera solo pudo enfrentarse con el ganador de 270 encuentros entre 1991 y 2003, en la Serie Mundial de 2003. Ocurrió en el tercer encuentro que Mussina abrió por los Yanquis En el primer acto, Cabrera le disparó un sencillo impulsor de una rayita. En el tercero, Mussina lo ponchó con el tercer strike cantado. Y en el sxeto, Cabrera despachó un sencillo al bosque derecho para cerrar la confrontación con un averag de .667.

SIN DETALLAR cada turno al bate, ni las circunstacias del juego en que se desarrollaron, Clemens literalmente se burló de Cabrera. En los diez turnos materializados en medio de la campaña regular, lo redujo a un solo imparable, un sencillo. Le concedió dos pasaportes y lo ponchó cuatro veces. El promedio ofensivo de Cabrera quedó achicado en .100 puntos. No obstante, todos esos penosos instantes son arrojados al baúl de los olvidos al evocar lo sucedido entre ellos en el primer capítulo del cuarto juego de la Serie Mundial de 2003 en Nueva York, donde el manager Jack McKeon en un alarde de confianza, ubicó de nuevo al novato de 20 años de edad en el cuarto turno de la alineación de los Marlins, pese a que solo sumaba dos imparables, ambos sencillos, y una remolcada en sus primeros once turnos al bate en la serie.

FUE LA PRIMERA ocasión en que Clemens y Cabrera se reconocían más allá de la raya de cal en medio del fragor del juego. Desde el principio, Clemens intentó poner las cosas en su justo lugar. Cabrera era un novato. Él la estrella. El mejor lanzador de su generación en toda la gran carpa, y en ese momento, con un pie dentro del Salón de la Fama. Hoy sus logros y estadísticas dan fe de ello. 354 victorias, 4672 ponches solo superados por Ryan y Johnson. Siete lideratos de efectividad seis campañas con 20 o más triunfos, cinco topes de abanicados, Siete premios "Cy Young" entre 1984 y 2007. A simple vista lucía un combate desproporcionado. Injusto. En una esquina, un peso ligero. En la de enfrente, un peso pesado. Aún así fue un duelo épico, con Clemens apelando solo a su recta que todavía se mantenía entre las 95 y las 100 millas por hora, y Cabrera procurando adivinar con qué intentaría neutralizarlo.

CLEMENS eliminó a los dos primeros bateadores de los Marlins en el encuentro. A Juan Pierre con un rolling por segunda base y al dominicano Juan Castllo con otro rodado por el campocorto. El boricua Iván Rodríguez largó un sencillo y todo quedó preparado para la refriega con Cabrera. El pitcher de 41 años hizo siete lanzamientos. Todos en recta hacia diferentes lugares del home.
El primero, una recta a la altura del rostro. Si Clemens pretendía amedrentarlo y apartarlo del home, no lo consiguió. Sin terminar caer de espalda, Cabrera lo miró a los ojos y regresó al sitio original junto al home,
El segundo fue otra recta al nivel de las letras del uniforme que Cabrera abanicó. Un claro indicio de velocidad poco común. Ningún lanzador hace un envío de esa naturaleza, en ese lugar, de no tener absoluta confiaza en superar al mejor bateador. Incluso, advirtiendo cuál será el lanzamiento.
La tercera recta fue afuera y Cabrera no la encontró para caer a un conteo de una bola y dos strikes. Como es habitual en esa situación, debió ponerse a la defensiva. Comprensible pero de alto riesgo ante Clemens.
El cuarto pitcheo fue una bola afuera, pero Cabrera no cayó en la tentación de embestirla. 2 y 2.
El quinto y el sexto lanzamiento siguieron idéntica trayectoria hacia la esquina de adentro. En los límites de la zona de strike y Cabrera se vio obligado a hacer swing para evitar el tercer strike cantado. Siguió los pitcheos hasta el último instante y logró sendos fouls.
Con el séptimo, Clemens cambió de estrategia. Volvió a buscar la esquina de afuera. Apenas algo más cerca del plato con la esperanza de que Cabrera no la estuviese esperando. Pero sí la esperaba. La persiguió con el propósito de dirigirla hacia su banda contraria. La pelota salió del Yankee Stadium por el jardpin derecho, conocido como el paraíso de los bateadores zurdos. Marlins 2 Yanquis 0.
En el resto del encuentro, Clemens dominó a Cabrera con rodados por el campocorto, pero ya nada haría olvidar la humillación de la primera oportunidad que estuvieron frente a frente.

YA EN LA PARTE final de su carrera en las ligas mayores, dificilmente pueda Cabrera encontrarse con otro inmortal. Al parecer el próximo pitcher en recibir el reconocimiento será Curt Schilling en 2021, pero nunca estuvieron cara a cara. Sin embargo, sí tendrá la ocasión, más temprano que tarde, de atravesar el pórtico del templo como un inmortal al igual que sus ocho selectos rivales. Entonces nuevamente podrán rememorar los 147 duelos que hemos descrito en estas líneas.

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