El maestro Sandy Koufax y el alumno Clayton Kershaw


El maestro Sandy Koufax 

el alumno Clayton Kershaw

No soy afecto a las comparaciones de peloteros. Sobre todo si se intentan entre jugadores de épocas distantes en el tiempo. No son pocas las diferencias que los separan, amén del talento que posean. El ser humano del siglo XX, ya casi nada tiene que ver con su semejante del XXI. En el caso específico de los atletas, la alimentación, la preparación física, las técnicas de entrenamiento, el condicionamiento mental inherente al dinero que ganan. Y cómo no, las condiciones en que les ha correspondido desempeñarse. Las pelotas, los bates, los guantes, los uniformes, el terreno de juego, sus dimensiones, sus superficies naturales y artificiales. Ni siquiera las estadísticas marcan desigualdades definitivas. Ni las relativas como el promedio de efectividad de los lanzadores, ni las absolutas como los triunfos de los pitchers o los jonrones conectados por los bateadores. Ciertamente los números son lo más cercano a la verdad, pero no dicen toda la verdad. Para rematar, allí están los cambios experimentados en las estrategias para alcanzar el fin supremo, ganar el juego.

Rodolfo José Mauriello, quien se convirtió en mi mentor beisbolero y periodístico desde el primer día que leí sus lecciones en las páginas de la revista Sport Gráfico, para luego seguirlo al pie de la letra mientras compartíamos el espacio de la redacción deportiva en el diario El Nacional, me ofreció un axioma imperecedero. “Humberto”, me decía cada vez que emergía una controversia alrededor de quién fue mejor. “Entre los peloteros con talento, las diferencias prácticamente no existen. ¿Mickey Mantle o Willie Mays? Si lo llevamos a la práctica, qué diferencia puede haber en que tu equipo tenga en el jardín central y en el cuarto turno de la alineación a Willie Mays o a Mickey Mantle. ¡Ninguna!”.  Han pasado más de cuatro décadas de aquella conversación con Rodolfo José, y cada día que pasa la asumo como un dogma irrevocable.

Sin embargo, no podemos dejar de reconocer, que las comparaciones forman parte indisoluble del encanto del juego. Su sal y su pimienta. Después de todo, asumidas como es debido, no le hacen daño a nadie. Y es precisamente en esta creencia, que decidimos aventurarnos a establecer un formidable cotejo estimulados por los amigos aficionados, luego de publicar en nuestro tweet una foto donde aparecen conversando Sandy Koufax y Clayton Kershaw. Daría cualquier cosa por conocer los entretelones de aquel formidable coloquio, que sin el menor atisbo de duda, aludía al arte del pitcheo. 

Bien, ya se podrán imaginar el “compromiso” en que me veo envuelto. Comparar al pitcher de mi equipo particular, con uno de los más notables lanzadores de la presente generación. Y conste, que pese mi pública devoción por Koufax, nunca he escrito ni manifestado, que lo estimo como el mejor pitcher de todos los tiempos. Sería un inaceptable exabrupto de mi parte.

Cuando Koufax se retiró en 1966, tal vez los padres de Karshaw ni se conocían. Y cuando Kershaw apareció en las grandes ligas en 2008, ya habían pasado más de cuatro décadas del adiós de Sandy. Lo único que los emparentaba objetivamente, era su condición de pitchers  zurdos, y que la primera letra de sus apellidos era una “K”, que en la ancestral costumbre estadounidense por reducir los sustantivos y los nombres propios su más mínima expresión, significa ponche. Atributo que también une e identifica a los dos lanzadores por su infinita capacidad para abanicar en demasía a los bateadores contrarios.

No son pocos los hechos que los equiparan. Cinco veces han sido líderes en efectividad, tres en victorias, dos en juegos completos, tres en blanqueos y tres veces han obtenido el premio “Cy Young” como el mejor pitcher de la Liga Nacional. 

No obstante, hay pormenores que igualmente los distancian. Koufax no tuvo el beneficio del aprendizaje en las menores. Cuando los Dodgers lo firmaron a finales de 1954, lo instalaron de una vez en las grandes ligas. Como pelotero y como pitcher no tenía más de veinte juegos de experiencia entre el liceo y la universidad. Solo contaba con su portentoso brazo. No quería jugar beisbol, quería jugar basquetbol. De allí su lento desarrollo que le llevó seis años. En cambio Kershaw pasó dos años y medio en las granjas, y al llegar a la gran carpa ya estaba listo para emprender su camino hacia el estrellato.

La era en que les correspondió lanzar asimismo establece distancias insalvables, aunque en modo alguno inclina la balanza hacia uno de los dos. Koufax tres veces ganó al menos 25 juegos, en dos oportunidades abrió 40 juegos, en tres acumuló más de 300 innings y en dos completó 27 aperturas. Koufax construyó 40 blanqueadas en 314 aperturas, Kershaw 15 en 354. El tope de triunfos de Kershaw en un año es 21, nunca ha comenzado más de 33 desafíos ni trabajado más de 232 actos, y seis es su máxima cantidad de encuentros completos en una campaña. En su trayecto de doce temporadas Sandy ganó 165 encuentros, Clayton acumula 175 en trece. ¿Fue Koufax mejor de lo que es Kershaw a partir de esos números? 

No podemos obviar que Koufax construyó cuatro sin hits ni carreras, incluido un juego perfecto, solo aventajados por los siete de Nolan Ryan.  No obstante, Kershaw tiene en su haber un no hit no run, un encuentro de un solo imparable y tres de dos, que no es poca cosa.

Kershaw lanza en medio de rotaciones de cinco abridores y lo hace cada cuatro fechas, entretanto hoy por general los relevistas entran en acción entre el sexto y el séptimo episodio, sin importar mucho cómo se encuentre la pizarra. No importa que el abridor esté en medio de un blanqueo. Sin dejar de mencionar el influyente factor económico. El dinero que se gana en el presente, obliga a los equipos a proteger los brazos de sus abridores, y dar más acción a sus relevistas para que justifiquen sus igualmente elevados salarios. Con su brazo sitiado por la artritis, los Dodgers nunca le hubiesen permitido a Koufax los 336 y los 323 actos de 1965 y 1966. Tan simple como eso.

Si convenimos que la efectividad de acuerdo con las carreras limpias permitidas cada nueve innings es el reglón que mejor representa el nivel de los pitchers, concluimos que Koufax y Kershaw dominaron a los bateadores de su tiempo con creces. Sus cinco lideratos para cada uno en este departamento solo son superados en la historia por los nueve de Lefty Grove y los siete de Roger Clemens. A Koufax le tocó lidiar con  Willie Mays, Roberto Clemente, Frank Robinson, Orlando Cepeda, Willie McCovey, Richie Allen, Billy Williams, Ernie Banks, Eddie Mathews, Ron Santo, Ricardo Carty, Pete Rose y compañía. Kershaw no ha medido fuerza con tantos inmortales porque la mayoría de sus contrincantes aún está en acción, pero sigan su pista, Mike Trout, Nolan Arenado, Carlos Beltrán, Miguel Cabrera, Bob Abreu, Freddie Freeman, Todd Helton, Matt Holiday, Chipper Jones, Derek Jeter, Bryce Harper, Ronald Acuña, Manny Machado, Marco Scutaro, Yadier Molina y compañía.

Para culminar, porque el espacio no da para más, un dato adicional, ex profeso, que evidencia su “vulnerabilidad”. Ambos tuvieron dificultad con bateadores que pueden ser calificados como los más notables en su época. Henry Aaron bateó ante Koufax, .362. De 116-42 con 7 jonrones. Albert Pujols contra Kershaw, .361. De 36-13 con 5 dobles.

Como nos gusta decir a los periodistas, saquen sus propias conclusiones y siempre estaremos de acuerdo con ustedes.

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