Una visita inesperada (2004)
En mis narices y sin pedir permiso, Gilberto Romero extrajo la sección de deportes de mi Nacional. La explayó sobre su escritorio, y se dispuso a hojearla amparado en la cómoda tranquilidad de los quince minutos que faltaban para comenzar a trabajar. -Soy tu jefe, sonrió con picardía, mientras el reloj estratégicamente ubicado frente a nosotros, marcaba las 7 y 15 de la mañana. Gilberto no era mi jefe pero podía serlo. Cuando llegué a Seguros Caracas a principios de 1971, ya tenía más de diez años en la compañía. También podía ser mi hermano mayor, y desde el momento en que fuimos presentados, entre nosotros surgió una fraterna complicidad al conjuro de dos fidelidades imperecederas: la afición por el béisbol y los Leones del Caracas. -Mira, exclamó con el convencimiento que da el saberse portador de una noticia que nadie más conoce. –Los Piratas y los Rojos vienen para Venezuela este mes. Aquí dice que van a jugar tres juegos. Uno en Maracaibo y dos en Caracas. ¿Cuánto co...